Hasta-Nera y Si’güí volvieron
disimuladamente a la fiesta, abandonando el bosque en forma de ninfas.
Escuchaban que todos estaban intrigados por esas conocidas tierras
desconocidas. Si’güí no cabía en sí de la satisfacción, en tanto que Hasta-Nera
se dividía en el alivio de que no recordasen de que lugar se trataba, y la
desilusión, por la misma razón.
-¡Pero serás tonta, Si’güí! ¡Mira
que vas a arriesgarnos de esa forma!
-¿Queres que me ponga en mi
estado más salvaje para que veas lo que es arriesgar?- le preguntó la otra, y
sacó una lengua poco común.
-¡No! ¡No! ¡Para nada!- se
espantó Hasta-Nera.- ¡Tomemos a los nuestros y vayámonos!
-¿Vinimos acá solo para eso? Ni
siquiera para eso. Madre-Tierra-Agua Eloik nos mandó para ver si alguien se
acordaba de nosotros. No lo quiso decir, pero la conozco bien.
-¡Te lavas bien la boca antes de
hablar así de ella!- la reprendió Hasta-Nera.
- Bien, perdón- dijo Si’güí
socarronamente, pero con ganas de transformarse.
El dios Heimdall estaba un tanto
borracho por el vino de Grecia (antiguamente prohibido beber puro) y le contó
algo a Fiura, diosa de Chiloe encarnación de la perversidad:
- Realmente Loki no es pariente
de nosotros. Lo adoptaron.
-¿En serio?
- Lo encontró el padre Odín en un
bosque y se lo llevó a vivir al Asgard. Bah, no es lo único para contar sobre
él. El padre Odín no se sacó el ojo a cambio de sabiduría.
-¿No? ¿Cómo?- dijo Fiura, diosa
enana y horripilante.
- Se lo sacó contra…
-¿Contra quién? ¿Peleó contra
alguien y ese le sacó el ojo?
- Se lo sacó contra un ropero del
Asgard.
Fiura se quedó helada. Siempre
había creído esa historia y admiraba el sacrificio de Odin. ¿Ahora tenía que
admirar a un ropero?
-¿Contra un… ropero?
- Sí, no se lo repita a nadie-
dijo Heimdall, en completo estado de ebriedad pero manteniendo minimamente la
compostura.- Escuchó un ruido, se levantó de pronto, y se dio contra una
ventana de madera que alguien (Loki) dejó abierta. Para empeorar las cosas, la
esquina de la ventana tenía un saliente bastante puntado que le rompió el ojo.
Todos fuimos corriendo por los gritos que daba y lo encontramos con un chorro
de sangre que le salía entre los restos de ojo. Algunos nos desmayamos, otros
vomitamos, y Loki no decía nada, pero tenía la mirada de “que bien me salió”.
Casi lo matamos, pero él se excusó diciendo que estaba buscando una ropa que no
encontraba por ningún lado, había entrado en el armario cuando el padre Odín
dormía, había revisado todo y se había olvidado la puerta abierta. Nadie le
creyó (sabrá usted que cada uno de nosotros vive en su propio palacio) pero
Odín quiso creerle o perdonarlo y se fue por el mundo buscando una solución
para su ojo. En el camino adquirió sabiduría, y de esa forma, por una vez, de
una broma pesada de Loki se pudo sacar algo bueno.- Heimdall eructó.- ¡Perdón…!
Por eso mismo ordenó que no se supiera eso…
-¿Así que es mentira lo del pozo
de la sabiduría?- preguntó Fiura, desilusionada.
- El pozo existe, pero no es de
la sabiduría sino de la inmortalidad. Está al lado del árbol que supuestamente
sostenía el mundo, porque en realidad es una atorranta planta petrificada que
esta adentro de una cueva. El que la custodia sigue siendo el gigante Mimir,
sí, pero no deja beber a nadie, ni aunque se saque un ojo, como supuestamente
hizo Odín, pero su presencia vendría a ser un poco en balde porque bastaría con
tapiar la entrada de la cueva o desagotar el…- Heimdall se quedó dormido, y
Fiura, desencantada, se tomó el vino puro de Grecia y no tardó en caer redonda.
Los cinco ladrones se
convirtieron en el principal centro de atención de los dioses, que se
preguntaban como habían hecho cinco hombres para burlar la vigilancia de los
centauros. Los Indeseables empezaron a decir que había que preguntarles a los
organizadores, que se hacía muy sospechoso, la falta de entretenimientos, y de
pronto la aparición de esos hombres. Atenea se dirigió a ellos y los amenazó
con un gesto, más que nada a los Ocho Inmortales, que se callaron
inmediatamente.
-¿Qué nos miran todos?- preguntó
Manuel, uno de ellos.
- Que no somos dioses, eso miran-
le respondió Ivo, de mal humor.- Venir a robar y que nos pase esto.
-¿No nos sacrificarán?- se aterró
Jorge.- Antes siempre hacían eso.
- Antes- le dijo Quetzacoal, el
dios azteca serpiente emplumanda.- Ahora el Otro no lo permite.
-¿Quién es el Otro?- preguntó
Bernardo. Quetzacoal miró para arriba como pidiendo paciencia y se fue. El
resto de los dioses se quedó comentando graciosamente como era posible que no
lo supieran.
-¿Pero quién es el otro?-
preguntó Cecilio a los gritos.- ¿El jefe de todos ustedes?.- Nadie le respondió
pero todos se rieron.
En cierto instante Horus y Situr
estuvieron sentados en medio de una charla donde el primero desmentía algunos
rumores modernos sobre los dioses y decía algunas verdades fundamentales.
-¿Has oído…? Perdón por tutearte,
siendo que sos un hombre mayor.
- No hay problema. Seguí.
-¿Has oído las nuevas teorías que
tienen los ateos para demostrar que los dioses no somos dioses?
- Nunca les presté atención.
Deben ser gente que no tiene nada que hacer y que no se rinde a la evidencia.
-¡Exactamente! Esa clase de gente
supone que los dioses en realidad son una especie de humanos mutantes con toda
clase de habilidades mentales y físicas, con distintas revoluciones moleculares
y que sé yo cuantas porquerías más. ¡Por favor! Todas las cosas que hay acá,
todo esto, no lo podría hacer un grupo de hiperdesarrollados… Salvo los dioses.
Los que tenemos partes animales, yo, los centauros, las sirenas, supuestamente
somos así por manipulación genética o que injertos más. Una teoría conspirativa
que también tienen es que todos nosotros nos hemos puesto de acuerdo para
hablar del Otro, que hemos hecho un pacto con el Vaticano para hacer creer que
el Otro existe… ¡Nada que ver con la realidad! ¿Para qué, un pacto con el
Vaticano?
- Después dicen que los hombres
no tenemos imaginación- observó Situr.- Cómo lo de Adán y Eva.
- Ellos existieron… ¡Oh, espera,
espera!- se disculpó Horus, y retomó la conversación.- Listo. Le pedí permiso
al otro y me dijo que podes saber la verdad siempre y cuando no la divulgues.
- No voy a decir nada, pero debe
ser algo sumamente extraño si vincula a Adán y Eva, la evolución, y ustedes los
dioses, ya que cada cosa contradice las otras dos- se intrigó Situr. Horus
sonrió y pasó a explicarle:
- No contradice para nada ninguna
de esas cosas. Mira, mal que nos pese, hay que reconocer que el Otro nos creo,
aunque algunos –Horus señaló la muchedumbre- insistan en que son más viejos o
que se crearon a sí mismos. Después de que el Otro expulsó al otro Otro del
cielo, vio que algunos espíritus no estaban con ninguno de los dos bandos, y
supongo que quiso divertirse. A esos espíritus los nombró dioses y les encargó
que creasen al hombre a partir de un ser existente. Los nuevos dioses
deliberaron y eligieron al chimpancé, lo modificaron un tanto, y se lo
presentaron al Otro. Él dijo que no lo conformaba el nuevo ser, designó grupos
y dijo que cada grupo debía mejorar lo que otro había hecho.
-¡Ah! ¿Por eso la evolución?-
inquirió Situr, extremadamente sorprendido.- ¿Los cambios fueron
perfeccionamientos?
- Sí. Cuando el último grupo
terminó, el Otro dijo que el “hombre” no lo conformaba, así que suspiró y creó
a Adan y Eva.
-¿Adan y Eva existieron?
¿Estuvieron en el Paraíso Terrenal? ¿Cómo hicieron para desarrollar, es decir,
para parir ellos solos a toda la humanidad?
- Cuando fueron expulsados del
Edén, dirían ustedes, apenas pisaron tierra todos los últimos intentos se
volvieron hombres como ellos. Te podes imaginar que una sola pareja humana no
podría poblar toda la tierra.
- Pero, entonces… ¿todo lo que
dice la Biblia
es verdad, punto por punto?
- Ah, no puedo revelarte tanto-
se disculpó Horus.- Solo los dioses sabemos todo lo que pasó. Los historiadores
se sacarían muchas dudas de encima si nos preguntasen. Si les pudiéramos decir,
claro.
-¿Pero cómo pudo Él permitir que
los dioses formasen su propia mitología?
- Los dejó, y ellos se olvidaron
de que había Alguien más grande y poderoso vigilándolos. Te imaginarás que
enojo nos dio a los hijos de aquellos dioses cuando nos enteramos de la verdad,
cuando el Otro fue a declarar Su omnipotencia, cosa que pasó trescientos años
después de cierto Nacimiento.
-¿Pero ustedes no escucharon
hablar de él? Pasaron muchas cosas antes de “cierto Nacimiento”.
- Escuchar, escuchamos todos los
del mundo, pero creíamos que se trataba de un dios con delirios de grandeza,
hasta que cierto día se presentó una llama brillante, y suavemente nos despojó
de nuestros derechos sobre los hombres. No pudimos dar más oráculos ni
aparecernos, así que, al vernos despojados del trono, la gente nos fue perdiendo
el respeto y después se fue de mambo, dirían acá. Encima, tampoco por la
fuerza, porque escuchamos la voz del otro diciendo que hacíamos mal. No me
explico porque no hizo lo mismo con aquellos- dijo Horus, y señaló a los
Indeseables.- A propósito, ya que armaste el programa… Para dentro de una hora,
¿quiénes van a ser los jurados del concurso de baile?
-¡El concurso de baile!- exclamó
Situr, acordándose de golpe.
- Todos se acordaron antes que
vos- le dijo Horus, mostrándole a todos los que iban.
Artemisa volvió cansada y sin
novedades, pero salvó su fracaso diciendo que no estaban en el bosque. Le
dijeron que no se preocupara y se preparase porque tenía que hacer de jurado de
danza. “Pero si yo no sé nada”, dijo, pero igual se metió.
La gran mayoría de los dioses
estaba frente al escenario. Isis dio la señal y el escenario se extendió hacia
el público levantándolo del piso y poniéndolo sobre su espalda. Situr pudo ver
mejor la variedad de dioses. Estaban todos vestidos igual (iban a bailar tango)
pero con ojos divinos se veía una pareja totalmente distinta de la otra, como
si una fuera un bombero, y la otra una bailarina clásica. Había dioses de
fuego, de viento, de carne, de metal, sin carne o invisibles, por eso la ropa
parecía mantenerse sola. La mezcla racial y cultural en las parejas resultaba
chocante; Sasetdo, mesopotámica, bailaba con el azteca Huitzilipotchli. El
griego Eolo estaba con la escandinava Skadi. Odín (a regañadientes) estaba con
la egipcia Hator. Como estos, bastantes ejemplos más. Los fantasmas habían sido
músicos en vida, y estaban al tanto de todos los tangos compuestos hasta
entonces. Atenea tomó una batuta y con un movimiento señaló el inicio del
concurso. La orquesta empezó a tocar “La Comparsita ” y todos empezaron a bailar con
maestría. A pesar de estar bailando, todos los dioses empezaron a hablar como
si no estuvieran haciendo nada, y en poco tiempo taparon la orquesta con la
charla, pero no les impedía seguir su ritmo. Pronto hubo ciertos problemas.
Hubo que agrandar el escenario trescientos metros de cada lado porque los
bailarines se chocaban. Hubo enfrentamientos donde cayeron rayos y dragones de
fuego, y solo la oportuna intervención de Sasetdo (que los tranquilizó con sus
porrazos de calma) salvó el concurso. Los que pelearon fueron descalificados y
puestos con el público. Ceres contemplaba admirada las distintas formas de
bailar de todos, pero Situr no entendía nada. Por más que miraba a las
distintas parejas, para él todos bailaban de idéntica manera. Después del tango
los músicos siguieron con valses, rock, cumbia, salsa, reagge, música country,
chacarera, saltando de una cosa a otra sin aviso previo. Situr se entretuvo
vigilando a ver quien se equivocaba, pero al cabo de un rato se aburrió porque
nadie erraba el paso, así que se fue para otro lado y se encontró con que
Cancerbero había tenido cría.
Los cinco prisioneros de Artemis
habían sido puestos a trabajar de mozos o lavaplatos con la promesa de no
denunciarlos o algo peor. Para asegurarse su honestidad, los dioses habían
creado un halo alrededor de cada uno para que cada cosa que intentasen robar se
volviese un perro rabioso. Los ladrones se pusieron forzosamente honestos y se
pusieron a trabajar, cosa que no hacían muy a menudo.
- Alguien que me ayude, por favor-
apareció Situr, y se llevó a uno de ellos para que lo ayudara a correr al perro
parido de lugar.
A los que estaban cubriendo la
fiesta les dio lástima por los que se habían quedado afuera (efecto de estar
rodeados por tantos dioses) y pidieron hablar con las organizadoras. Atenea
estaba fiscalizando el concurso, por eso solo pudieron hablar con Isis.
- Pero, señores, ¿no ven que les
estamos dando la exclusiva de sus vidas?- les preguntó la diosa. En otras
palabras, les decía que no quería más mortales en ese lugar.
- Será perjudicial para ustedes y
nosotros. Van a criticarnos por igual, a nosotros por envidia, pero a ustedes
se les caerá la imagen que les ha costado tanto reparar después de la
persecución de la Iglesia Católica ,
y no se imagine los griegos, con los que les pasó a fines del siglo XIX.- Al
oír esto último, a Isis le apareció una sonrisa maliciosa pero la corrigió
enseguida. Recuperó el sentido común y ordenó que los dejaran entrar a todos.
Cuando los reporteros les fueron a abrir a sus colegas, sucedió algo curioso.
-¡Pueden entrar!- dijo la
periodista.- No les abrí antes porque me costó convencer…- Ya estaba mintiendo.
- Acabas de entrar- le dijeron
los otros, extrañados.
-¿Cómo? Si hemos estado dos o
tres horas- dijo la muchacha mostrando su reloj. O lo tenía adelantado, o a los
otros les había dejado de funcionar. No importaba, en todo caso. Todos los
periodistas entraron y el tiempo volvió a correr normalmente.
Si’güí y Hasta-Nera estaban bien
escondidos, pero para su sorpresa no encontraron faunos o ninfas por más que
usaron todos sus sentidos para localizarlos. Otro tema en el que pensaban eran
en Llústar, el que había provocado la falta de fe en Aislsost Nai y la muerte
de casi todos los dioses.
-¿No lo viste?- preguntó
Hasta-Nera.- ¿Estás segura de que todavía está acá?
- Sí. ¿No lo sentís también?-
preguntó Si’güí.- Cambié de idea. No nos conviene que haga de las suyas acá,
aunque muchos de los que están se lo merecen. El mal no se convierte en
justicia por más que cambie de ejecutante u objetivo. Aparte, no nos conviene.
Cuanto antes terminemos acá, mejor.
-¿No será mejor hacernos con
Medic, Oclin, Icosol y Divier, y dejarlo a Llústar con estos? Es demasiado
peligroso para llevarlo a vivir de nuevo con nosotros.
-¿Quién dijo llevarlo de nuevo?
Caramba, a veces me sorprende tu falta de imaginación. Tengo una daga Ixun, no
sé si tengo que explicarte más.
-¿Para matarlo?- se escandalizó
Hasta-Nera.- ¡Si’güí, esas dagas están prohibidas!
- Lo sé, ¿por qué te crees que
tengo una? Aparte, ya hemos sido borrados, ¿a quien le molesta lo que haga la
gente borrada?- filosofó la diosa.- Él también está borrado, así que su
ausencia tampoco será muy notada.
-¡Pero, Si’güí! ¡Familias
completas de dioses han sido condenadas al Infierno por su sola posesión!
-¿Su sola posesión o su uso
indiscriminado?
- Su posesión significa que se va
a usar, nadie puede ser tan inocente, sobre todo vos- le aclaró Hasta-Nera.- Su
maldición siempre se cumple.
-¿Ah, sí? No me digas- se rió
Si’güí.- La tengo desde hace diez mil años y no nos ha pasado mucho que se
diga. La tengo para usarla contra Llústar… y que no me apuren mucho porque sino
empezaría a hacer una masacre- dijo Si’güí, e hizo ademán de sacar la daga.
Hasta-Nera se puso pálido.
-¿Ves que no era tan difícil cambiarlo
de lugar? Tendrá tres cabezas y cola de serpiente, además los hijos no son muy
lindos, pero bueno…- le dijo Situr a Manuel, que le respondió, asqueado por los
monstruos que había tenido que manipular:
-¡Usted estará acostumbrado a eso
porque es dios!
- Tenes razón, uno se acostumbra.
¿De donde sacaron que nos podían asaltar tan fácil? ¿No se dieron cuenta de que
ustedes son humanos y nosotros solamente… dioses?
- Es por lo que se dice… que
ustedes son nomás hombres superdesarrollazos que todo el tiempo hicieron creer
que eran dioses.
-¡Ustedes no creen en nada aunque
le pongan algo sobrenatural delante de las narices!- se quejó Situr con las
manos tensas.- ¡Somos dioses y punto! ¿Qué más pruebas necesitan?
- No sé…- admitió Manuel.- ¿Por
qué no paran las guerras en el mundo, entonces?
- El Otro nos ha prohibido
intervenir- dijo Situr, haciéndose el dios verdadero.- Nuestro tiempo ha
pasado.
-¿Cómo hacen estos milagros? El
bosque, la montaña… No pueden entrar en un terrenito de diez por veinte.
-¿Diez por veinte? Ya habías
estado acá, grandísimo granuja, y hasta lo mediste, por las dudas. Estos
“milagros” nos son permitidos porque no afectan a nadie ni interfieren en el
mundo. Nuestro tiempo pasó, y ahora tenes que hacer de mozo de nuevo si no
queres que te transforme en ninfa y te largue con los faunos.
En un momento a cierto dios le
pareció que la fiesta estaba aburrida, y haciéndose el distraído abrió de
pronto un gran hueco en el suelo, de donde salieron unas risas aparentemente
diabólicas. Todos los dioses se asustaron y se pusieron pálidos. Algunos
huyeron.
-¿Qué pasa?- le preguntó Situr a
Anubis.
-¡Sonamos!- dijo el dios con las
orejas gachas.- ¡Las arpías!
Situr miró con miedo el pozo,
esperando ver salir monstruosidades humanoides emplumadas que corriesen a
todos. Nada que ver. Del pozo brotaron con vuelo corto pequelas criaturas
rechonchas, intermedios entre gallinas negras de cogote pelado y vieja chismosa
yendo al mercado. Quizá eran más esta última cosa, porque se acercaron a
cualquier dios próximo, lo llamaban por su nombre, le preguntaban sobre toda
clase de cuestiones avergonzantes e irrepetibles que el preguntado contestaba
contra su voluntad y después se juntaban en círculo a comentar a pura risa. Si
solo hubiera sido eso, sería apenas pasable, pero se subían a las mesas,
largaban bostas de un olor inmundo y penetrante, y picoteaban las partes
pudendas de las personas que les caían mal desde el primer momento. Ni siquiera
los Indeseables se salvaron, cuando se trataron de aliar con ellas. “¿Quién las
soltó?” rugió Hades. “¡Estaban bien encerradas en el Inframundo!”. El más
afectado era Loki, que era nada menos quien las había soltado. Gran parte de
las arpías se habían ensañado con él y le estaban sacando toda la ropa a
picotazos, varios pelos, pedazos de piel y casi un ojo. El sonoro chismorreo de
las arpías no dejaba oír su voz y nadie se pudo enterar de que era él hasta que
en un intento desesperado dejó grogui a toda la bandada de arpías y escapó
sangrando en busca de Idunn para que lo curase.
-¡Váyanse de acá, animales
inmundos!- les gritó Situr, y se atrajo la furia de todas las bestias
emplumadas. Hades aprovechó esa distracción y con un forzoso movimiento de su
brazo barrió a todas las arpías al abismo del que habían salido y lo taponó con
la ayuda de su esposa. Todos los presentes se quedaron transpirados por el
susto que acababa de pasar, pero apenas uno se rió, todos empezaron a hacerlo
de todos y de sí mismos, incluso los Indeseables, que por única vez en la noche
no se rieron solamente de los otros.
Hestia recorrió horrorizada el
desorden causado por las arpías, y limpió todo en diez minutos. Atenea e Isis
habilitaron una tintorería para limpiar y reparar las prendas, y a Loki lo
pusieron de empleado con amenazas de algo mucho peor si cometía algún desmán.
Mientras la fiesta seguía su
curso normal, los demás habitantes del bosque seguían su vida normal, incluidos
los faunos y las ninfas, aunque los dioses aislsostianos no los viesen. Daríus
hacía rato que había abandonado el puesto de portero porque ya no venía gente,
aparte de esos periodistas. Sitaucasude estaba hablando con el dios Pan, y
entre arrepentimientos y consuelos forzados, se estaban conociendo mejor. Los
elementales habían resuelto no hacerle caso a ese desconocido porque
probablemente era un bromista cualquiera, y al terminar el concurso de baile
habían hecho la verdadera apertura del bosque, pero nadie la miró porque creían
que se trataba de otra falta de respeto. Algunos dioses nórdicos todavía
estaban en la orilla del lago/mar no queriendo convencerse de que la gran
Jormungard había faltado a la cita. Ellos hubieran querido que se arrastrara
fuera del agua, se enroscase en la montaña y llegase a la cima, para provocar
el asombro y el terror de la gente que estaba afuera del salón Princesa
Carmesí.
Las monstruosas Escila y Caribdis
estaban completamente aburridas, preguntándose para que las habían llevado si
no les habían dado más uso. Disimuladamente Caribdis había tallado una ganzúa,
había abierto la puerta de su jaula y después había soltado a Escila, con
planes de lanzarse contra todos; no obstante, había hecho algo mejor, al menos
para la otra.
- Escila, no es por hablar… ¿pero
aquella no es la maga Circe?
-¿Ah, sí? No la conocía.
- Es la que te volvió así.
-¿Eh?- se sobresaltó Escila. Ya
que si se ponía a razonar todos iban a jugar a las cagadas, Caribdis respondió
rápidamente:
- No sabía que todavía estaba
viva. ¿Viste ese bolso de piel de buey que tiene al costado? No se lo saca ni
para bañarse. Adentro tiene la cura contra todos sus hechizos. Es una única
botella que nunca se termina, y es la única que existe en el mundo. Ella no
suele querer que nadie se cure de sus embrujos, entonces lleva la botella a
todas partes, a luz y sombra.
-¿Por qué no la destruye y listo,
si no quiere que nadie se cure?
- Porque si la destruye, se le
acaban los poderes, y eso lo quiere evitar. A estas alturas ni nos va ni nos
viene que no tenga poderes pero te convendría probar algo de esa botella.
Volverías a ser como antes.
- La verdad, ya ni me acuerdo de
cómo era antes- dijo Escila, se sentó como pudo con todos los perros y se comió
un pez que había cazado con un tentáculo.- Ya no me importa. No sería mejor, si
así estoy bárbara.
- No, hermana, para nada- le dijo
Caribdis.- Espera que provoque algo de confusión y…- Se presentó ante Callpru,
dios del Sahara, y le pidió que hiciera volar espejismos, porque ella nunca
había visto. Callpru, pura amabilidad, hizo brotar de improviso una tremenda
batalla entre cruzados y sarracenos, y para reírse un poco, hizo que la batalla
se instalara sin previo aviso entre los invitados. Entre la confusión, Caribdis
aprovechó que se le cayó el bolso a Circe y solo le tomó un instante llenar un
vaso de la botella y llevárselo a Escila. La maga se dio cuenta tarde. El
monstruo perruno desapareció, y en su lugar quedó una bella mujer desnuda que
buscaba desesperadamente con que taparse. El embrujo de Escila había terminado.