sábado, 28 de julio de 2012

Capítulo VI: Noche de fiesta (Sexta Parte)


Hasta-Nera y Si’güí volvieron disimuladamente a la fiesta, abandonando el bosque en forma de ninfas. Escuchaban que todos estaban intrigados por esas conocidas tierras desconocidas. Si’güí no cabía en sí de la satisfacción, en tanto que Hasta-Nera se dividía en el alivio de que no recordasen de que lugar se trataba, y la desilusión, por la misma razón.
-¡Pero serás tonta, Si’güí! ¡Mira que vas a arriesgarnos de esa forma!
-¿Queres que me ponga en mi estado más salvaje para que veas lo que es arriesgar?- le preguntó la otra, y sacó una lengua poco común.
-¡No! ¡No! ¡Para nada!- se espantó Hasta-Nera.- ¡Tomemos a los nuestros y vayámonos!
-¿Vinimos acá solo para eso? Ni siquiera para eso. Madre-Tierra-Agua Eloik nos mandó para ver si alguien se acordaba de nosotros. No lo quiso decir, pero la conozco bien.
-¡Te lavas bien la boca antes de hablar así de ella!- la reprendió Hasta-Nera.
- Bien, perdón- dijo Si’güí socarronamente, pero con ganas de transformarse.

El dios Heimdall estaba un tanto borracho por el vino de Grecia (antiguamente prohibido beber puro) y le contó algo a Fiura, diosa de Chiloe encarnación de la perversidad:
- Realmente Loki no es pariente de nosotros. Lo adoptaron.
-¿En serio?
- Lo encontró el padre Odín en un bosque y se lo llevó a vivir al Asgard. Bah, no es lo único para contar sobre él. El padre Odín no se sacó el ojo a cambio de sabiduría.
-¿No? ¿Cómo?- dijo Fiura, diosa enana y horripilante.
- Se lo sacó contra…
-¿Contra quién? ¿Peleó contra alguien y ese le sacó el ojo?
- Se lo sacó contra un ropero del Asgard.
Fiura se quedó helada. Siempre había creído esa historia y admiraba el sacrificio de Odin. ¿Ahora tenía que admirar a un ropero?
-¿Contra un… ropero?
- Sí, no se lo repita a nadie- dijo Heimdall, en completo estado de ebriedad pero manteniendo minimamente la compostura.- Escuchó un ruido, se levantó de pronto, y se dio contra una ventana de madera que alguien (Loki) dejó abierta. Para empeorar las cosas, la esquina de la ventana tenía un saliente bastante puntado que le rompió el ojo. Todos fuimos corriendo por los gritos que daba y lo encontramos con un chorro de sangre que le salía entre los restos de ojo. Algunos nos desmayamos, otros vomitamos, y Loki no decía nada, pero tenía la mirada de “que bien me salió”. Casi lo matamos, pero él se excusó diciendo que estaba buscando una ropa que no encontraba por ningún lado, había entrado en el armario cuando el padre Odín dormía, había revisado todo y se había olvidado la puerta abierta. Nadie le creyó (sabrá usted que cada uno de nosotros vive en su propio palacio) pero Odín quiso creerle o perdonarlo y se fue por el mundo buscando una solución para su ojo. En el camino adquirió sabiduría, y de esa forma, por una vez, de una broma pesada de Loki se pudo sacar algo bueno.- Heimdall eructó.- ¡Perdón…! Por eso mismo ordenó que no se supiera eso…
-¿Así que es mentira lo del pozo de la sabiduría?- preguntó Fiura, desilusionada.
- El pozo existe, pero no es de la sabiduría sino de la inmortalidad. Está al lado del árbol que supuestamente sostenía el mundo, porque en realidad es una atorranta planta petrificada que esta adentro de una cueva. El que la custodia sigue siendo el gigante Mimir, sí, pero no deja beber a nadie, ni aunque se saque un ojo, como supuestamente hizo Odín, pero su presencia vendría a ser un poco en balde porque bastaría con tapiar la entrada de la cueva o desagotar el…- Heimdall se quedó dormido, y Fiura, desencantada, se tomó el vino puro de Grecia y no tardó en caer redonda.

Los cinco ladrones se convirtieron en el principal centro de atención de los dioses, que se preguntaban como habían hecho cinco hombres para burlar la vigilancia de los centauros. Los Indeseables empezaron a decir que había que preguntarles a los organizadores, que se hacía muy sospechoso, la falta de entretenimientos, y de pronto la aparición de esos hombres. Atenea se dirigió a ellos y los amenazó con un gesto, más que nada a los Ocho Inmortales, que se callaron inmediatamente.
-¿Qué nos miran todos?- preguntó Manuel, uno de ellos.
- Que no somos dioses, eso miran- le respondió Ivo, de mal humor.- Venir a robar y que nos pase esto.
-¿No nos sacrificarán?- se aterró Jorge.- Antes siempre hacían eso.
- Antes- le dijo Quetzacoal, el dios azteca serpiente emplumanda.- Ahora el Otro no lo permite.
-¿Quién es el Otro?- preguntó Bernardo. Quetzacoal miró para arriba como pidiendo paciencia y se fue. El resto de los dioses se quedó comentando graciosamente como era posible que no lo supieran.
-¿Pero quién es el otro?- preguntó Cecilio a los gritos.- ¿El jefe de todos ustedes?.- Nadie le respondió pero todos se rieron.


En cierto instante Horus y Situr estuvieron sentados en medio de una charla donde el primero desmentía algunos rumores modernos sobre los dioses y decía algunas verdades fundamentales.
-¿Has oído…? Perdón por tutearte, siendo que sos un hombre mayor.
- No hay problema. Seguí.
-¿Has oído las nuevas teorías que tienen los ateos para demostrar que los dioses no somos dioses?
- Nunca les presté atención. Deben ser gente que no tiene nada que hacer y que no se rinde a la evidencia.
-¡Exactamente! Esa clase de gente supone que los dioses en realidad son una especie de humanos mutantes con toda clase de habilidades mentales y físicas, con distintas revoluciones moleculares y que sé yo cuantas porquerías más. ¡Por favor! Todas las cosas que hay acá, todo esto, no lo podría hacer un grupo de hiperdesarrollados… Salvo los dioses. Los que tenemos partes animales, yo, los centauros, las sirenas, supuestamente somos así por manipulación genética o que injertos más. Una teoría conspirativa que también tienen es que todos nosotros nos hemos puesto de acuerdo para hablar del Otro, que hemos hecho un pacto con el Vaticano para hacer creer que el Otro existe… ¡Nada que ver con la realidad! ¿Para qué, un pacto con el Vaticano?
- Después dicen que los hombres no tenemos imaginación- observó Situr.- Cómo lo de Adán y Eva.
- Ellos existieron… ¡Oh, espera, espera!- se disculpó Horus, y retomó la conversación.- Listo. Le pedí permiso al otro y me dijo que podes saber la verdad siempre y cuando no la divulgues.
- No voy a decir nada, pero debe ser algo sumamente extraño si vincula a Adán y Eva, la evolución, y ustedes los dioses, ya que cada cosa contradice las otras dos- se intrigó Situr. Horus sonrió y pasó a explicarle:
- No contradice para nada ninguna de esas cosas. Mira, mal que nos pese, hay que reconocer que el Otro nos creo, aunque algunos –Horus señaló la muchedumbre- insistan en que son más viejos o que se crearon a sí mismos. Después de que el Otro expulsó al otro Otro del cielo, vio que algunos espíritus no estaban con ninguno de los dos bandos, y supongo que quiso divertirse. A esos espíritus los nombró dioses y les encargó que creasen al hombre a partir de un ser existente. Los nuevos dioses deliberaron y eligieron al chimpancé, lo modificaron un tanto, y se lo presentaron al Otro. Él dijo que no lo conformaba el nuevo ser, designó grupos y dijo que cada grupo debía mejorar lo que otro había hecho.
-¡Ah! ¿Por eso la evolución?- inquirió Situr, extremadamente sorprendido.- ¿Los cambios fueron perfeccionamientos?
- Sí. Cuando el último grupo terminó, el Otro dijo que el “hombre” no lo conformaba, así que suspiró y creó a Adan y Eva.
-¿Adan y Eva existieron? ¿Estuvieron en el Paraíso Terrenal? ¿Cómo hicieron para desarrollar, es decir, para parir ellos solos a toda la humanidad?
- Cuando fueron expulsados del Edén, dirían ustedes, apenas pisaron tierra todos los últimos intentos se volvieron hombres como ellos. Te podes imaginar que una sola pareja humana no podría poblar toda la tierra.
- Pero, entonces… ¿todo lo que dice la Biblia es verdad, punto por punto?
- Ah, no puedo revelarte tanto- se disculpó Horus.- Solo los dioses sabemos todo lo que pasó. Los historiadores se sacarían muchas dudas de encima si nos preguntasen. Si les pudiéramos decir, claro.
-¿Pero cómo pudo Él permitir que los dioses formasen su propia mitología?
- Los dejó, y ellos se olvidaron de que había Alguien más grande y poderoso vigilándolos. Te imaginarás que enojo nos dio a los hijos de aquellos dioses cuando nos enteramos de la verdad, cuando el Otro fue a declarar Su omnipotencia, cosa que pasó trescientos años después de cierto Nacimiento.
-¿Pero ustedes no escucharon hablar de él? Pasaron muchas cosas antes de “cierto Nacimiento”.
- Escuchar, escuchamos todos los del mundo, pero creíamos que se trataba de un dios con delirios de grandeza, hasta que cierto día se presentó una llama brillante, y suavemente nos despojó de nuestros derechos sobre los hombres. No pudimos dar más oráculos ni aparecernos, así que, al vernos despojados del trono, la gente nos fue perdiendo el respeto y después se fue de mambo, dirían acá. Encima, tampoco por la fuerza, porque escuchamos la voz del otro diciendo que hacíamos mal. No me explico porque no hizo lo mismo con aquellos- dijo Horus, y señaló a los Indeseables.- A propósito, ya que armaste el programa… Para dentro de una hora, ¿quiénes van a ser los jurados del concurso de baile?
-¡El concurso de baile!- exclamó Situr, acordándose de golpe.
- Todos se acordaron antes que vos- le dijo Horus, mostrándole a todos los que iban.
Artemisa volvió cansada y sin novedades, pero salvó su fracaso diciendo que no estaban en el bosque. Le dijeron que no se preocupara y se preparase porque tenía que hacer de jurado de danza. “Pero si yo no sé nada”, dijo, pero igual se metió.
La gran mayoría de los dioses estaba frente al escenario. Isis dio la señal y el escenario se extendió hacia el público levantándolo del piso y poniéndolo sobre su espalda. Situr pudo ver mejor la variedad de dioses. Estaban todos vestidos igual (iban a bailar tango) pero con ojos divinos se veía una pareja totalmente distinta de la otra, como si una fuera un bombero, y la otra una bailarina clásica. Había dioses de fuego, de viento, de carne, de metal, sin carne o invisibles, por eso la ropa parecía mantenerse sola. La mezcla racial y cultural en las parejas resultaba chocante; Sasetdo, mesopotámica, bailaba con el azteca Huitzilipotchli. El griego Eolo estaba con la escandinava Skadi. Odín (a regañadientes) estaba con la egipcia Hator. Como estos, bastantes ejemplos más. Los fantasmas habían sido músicos en vida, y estaban al tanto de todos los tangos compuestos hasta entonces. Atenea tomó una batuta y con un movimiento señaló el inicio del concurso. La orquesta empezó a tocar “La Comparsita” y todos empezaron a bailar con maestría. A pesar de estar bailando, todos los dioses empezaron a hablar como si no estuvieran haciendo nada, y en poco tiempo taparon la orquesta con la charla, pero no les impedía seguir su ritmo. Pronto hubo ciertos problemas. Hubo que agrandar el escenario trescientos metros de cada lado porque los bailarines se chocaban. Hubo enfrentamientos donde cayeron rayos y dragones de fuego, y solo la oportuna intervención de Sasetdo (que los tranquilizó con sus porrazos de calma) salvó el concurso. Los que pelearon fueron descalificados y puestos con el público. Ceres contemplaba admirada las distintas formas de bailar de todos, pero Situr no entendía nada. Por más que miraba a las distintas parejas, para él todos bailaban de idéntica manera. Después del tango los músicos siguieron con valses, rock, cumbia, salsa, reagge, música country, chacarera, saltando de una cosa a otra sin aviso previo. Situr se entretuvo vigilando a ver quien se equivocaba, pero al cabo de un rato se aburrió porque nadie erraba el paso, así que se fue para otro lado y se encontró con que Cancerbero había tenido cría.

Los cinco prisioneros de Artemis habían sido puestos a trabajar de mozos o lavaplatos con la promesa de no denunciarlos o algo peor. Para asegurarse su honestidad, los dioses habían creado un halo alrededor de cada uno para que cada cosa que intentasen robar se volviese un perro rabioso. Los ladrones se pusieron forzosamente honestos y se pusieron a trabajar, cosa que no hacían muy a menudo.
- Alguien que me ayude, por favor- apareció Situr, y se llevó a uno de ellos para que lo ayudara a correr al perro parido de lugar.

A los que estaban cubriendo la fiesta les dio lástima por los que se habían quedado afuera (efecto de estar rodeados por tantos dioses) y pidieron hablar con las organizadoras. Atenea estaba fiscalizando el concurso, por eso solo pudieron hablar con Isis.
- Pero, señores, ¿no ven que les estamos dando la exclusiva de sus vidas?- les preguntó la diosa. En otras palabras, les decía que no quería más mortales en ese lugar.
- Será perjudicial para ustedes y nosotros. Van a criticarnos por igual, a nosotros por envidia, pero a ustedes se les caerá la imagen que les ha costado tanto reparar después de la persecución de la Iglesia Católica, y no se imagine los griegos, con los que les pasó a fines del siglo XIX.- Al oír esto último, a Isis le apareció una sonrisa maliciosa pero la corrigió enseguida. Recuperó el sentido común y ordenó que los dejaran entrar a todos. Cuando los reporteros les fueron a abrir a sus colegas, sucedió algo curioso.
-¡Pueden entrar!- dijo la periodista.- No les abrí antes porque me costó convencer…- Ya estaba mintiendo.
- Acabas de entrar- le dijeron los otros, extrañados.
-¿Cómo? Si hemos estado dos o tres horas- dijo la muchacha mostrando su reloj. O lo tenía adelantado, o a los otros les había dejado de funcionar. No importaba, en todo caso. Todos los periodistas entraron y el tiempo volvió a correr normalmente.

Si’güí y Hasta-Nera estaban bien escondidos, pero para su sorpresa no encontraron faunos o ninfas por más que usaron todos sus sentidos para localizarlos. Otro tema en el que pensaban eran en Llústar, el que había provocado la falta de fe en Aislsost Nai y la muerte de casi todos los dioses.
-¿No lo viste?- preguntó Hasta-Nera.- ¿Estás segura de que todavía está acá?
- Sí. ¿No lo sentís también?- preguntó Si’güí.- Cambié de idea. No nos conviene que haga de las suyas acá, aunque muchos de los que están se lo merecen. El mal no se convierte en justicia por más que cambie de ejecutante u objetivo. Aparte, no nos conviene. Cuanto antes terminemos acá, mejor.
-¿No será mejor hacernos con Medic, Oclin, Icosol y Divier, y dejarlo a Llústar con estos? Es demasiado peligroso para llevarlo a vivir de nuevo con nosotros.
-¿Quién dijo llevarlo de nuevo? Caramba, a veces me sorprende tu falta de imaginación. Tengo una daga Ixun, no sé si tengo que explicarte más.
-¿Para matarlo?- se escandalizó Hasta-Nera.- ¡Si’güí, esas dagas están prohibidas!
- Lo sé, ¿por qué te crees que tengo una? Aparte, ya hemos sido borrados, ¿a quien le molesta lo que haga la gente borrada?- filosofó la diosa.- Él también está borrado, así que su ausencia tampoco será muy notada.
-¡Pero, Si’güí! ¡Familias completas de dioses han sido condenadas al Infierno por su sola posesión!
-¿Su sola posesión o su uso indiscriminado?
- Su posesión significa que se va a usar, nadie puede ser tan inocente, sobre todo vos- le aclaró Hasta-Nera.- Su maldición siempre se cumple.
-¿Ah, sí? No me digas- se rió Si’güí.- La tengo desde hace diez mil años y no nos ha pasado mucho que se diga. La tengo para usarla contra Llústar… y que no me apuren mucho porque sino empezaría a hacer una masacre- dijo Si’güí, e hizo ademán de sacar la daga. Hasta-Nera se puso pálido.
-¿Ves que no era tan difícil cambiarlo de lugar? Tendrá tres cabezas y cola de serpiente, además los hijos no son muy lindos, pero bueno…- le dijo Situr a Manuel, que le respondió, asqueado por los monstruos que había tenido que manipular:
-¡Usted estará acostumbrado a eso porque es dios!
- Tenes razón, uno se acostumbra. ¿De donde sacaron que nos podían asaltar tan fácil? ¿No se dieron cuenta de que ustedes son humanos y nosotros solamente… dioses?
- Es por lo que se dice… que ustedes son nomás hombres superdesarrollazos que todo el tiempo hicieron creer que eran dioses.
-¡Ustedes no creen en nada aunque le pongan algo sobrenatural delante de las narices!- se quejó Situr con las manos tensas.- ¡Somos dioses y punto! ¿Qué más pruebas necesitan?
- No sé…- admitió Manuel.- ¿Por qué no paran las guerras en el mundo, entonces?
- El Otro nos ha prohibido intervenir- dijo Situr, haciéndose el dios verdadero.- Nuestro tiempo ha pasado.
-¿Cómo hacen estos milagros? El bosque, la montaña… No pueden entrar en un terrenito de diez por veinte.
-¿Diez por veinte? Ya habías estado acá, grandísimo granuja, y hasta lo mediste, por las dudas. Estos “milagros” nos son permitidos porque no afectan a nadie ni interfieren en el mundo. Nuestro tiempo pasó, y ahora tenes que hacer de mozo de nuevo si no queres que te transforme en ninfa y te largue con los faunos.

En un momento a cierto dios le pareció que la fiesta estaba aburrida, y haciéndose el distraído abrió de pronto un gran hueco en el suelo, de donde salieron unas risas aparentemente diabólicas. Todos los dioses se asustaron y se pusieron pálidos. Algunos huyeron.
-¿Qué pasa?- le preguntó Situr a Anubis.
-¡Sonamos!- dijo el dios con las orejas gachas.- ¡Las arpías!
Situr miró con miedo el pozo, esperando ver salir monstruosidades humanoides emplumadas que corriesen a todos. Nada que ver. Del pozo brotaron con vuelo corto pequelas criaturas rechonchas, intermedios entre gallinas negras de cogote pelado y vieja chismosa yendo al mercado. Quizá eran más esta última cosa, porque se acercaron a cualquier dios próximo, lo llamaban por su nombre, le preguntaban sobre toda clase de cuestiones avergonzantes e irrepetibles que el preguntado contestaba contra su voluntad y después se juntaban en círculo a comentar a pura risa. Si solo hubiera sido eso, sería apenas pasable, pero se subían a las mesas, largaban bostas de un olor inmundo y penetrante, y picoteaban las partes pudendas de las personas que les caían mal desde el primer momento. Ni siquiera los Indeseables se salvaron, cuando se trataron de aliar con ellas. “¿Quién las soltó?” rugió Hades. “¡Estaban bien encerradas en el Inframundo!”. El más afectado era Loki, que era nada menos quien las había soltado. Gran parte de las arpías se habían ensañado con él y le estaban sacando toda la ropa a picotazos, varios pelos, pedazos de piel y casi un ojo. El sonoro chismorreo de las arpías no dejaba oír su voz y nadie se pudo enterar de que era él hasta que en un intento desesperado dejó grogui a toda la bandada de arpías y escapó sangrando en busca de Idunn para que lo curase.
-¡Váyanse de acá, animales inmundos!- les gritó Situr, y se atrajo la furia de todas las bestias emplumadas. Hades aprovechó esa distracción y con un forzoso movimiento de su brazo barrió a todas las arpías al abismo del que habían salido y lo taponó con la ayuda de su esposa. Todos los presentes se quedaron transpirados por el susto que acababa de pasar, pero apenas uno se rió, todos empezaron a hacerlo de todos y de sí mismos, incluso los Indeseables, que por única vez en la noche no se rieron solamente de los otros.

Hestia recorrió horrorizada el desorden causado por las arpías, y limpió todo en diez minutos. Atenea e Isis habilitaron una tintorería para limpiar y reparar las prendas, y a Loki lo pusieron de empleado con amenazas de algo mucho peor si cometía algún desmán.

Mientras la fiesta seguía su curso normal, los demás habitantes del bosque seguían su vida normal, incluidos los faunos y las ninfas, aunque los dioses aislsostianos no los viesen. Daríus hacía rato que había abandonado el puesto de portero porque ya no venía gente, aparte de esos periodistas. Sitaucasude estaba hablando con el dios Pan, y entre arrepentimientos y consuelos forzados, se estaban conociendo mejor. Los elementales habían resuelto no hacerle caso a ese desconocido porque probablemente era un bromista cualquiera, y al terminar el concurso de baile habían hecho la verdadera apertura del bosque, pero nadie la miró porque creían que se trataba de otra falta de respeto. Algunos dioses nórdicos todavía estaban en la orilla del lago/mar no queriendo convencerse de que la gran Jormungard había faltado a la cita. Ellos hubieran querido que se arrastrara fuera del agua, se enroscase en la montaña y llegase a la cima, para provocar el asombro y el terror de la gente que estaba afuera del salón Princesa Carmesí.
Las monstruosas Escila y Caribdis estaban completamente aburridas, preguntándose para que las habían llevado si no les habían dado más uso. Disimuladamente Caribdis había tallado una ganzúa, había abierto la puerta de su jaula y después había soltado a Escila, con planes de lanzarse contra todos; no obstante, había hecho algo mejor, al menos para la otra.
- Escila, no es por hablar… ¿pero aquella no es la maga Circe?
-¿Ah, sí? No la conocía.
- Es la que te volvió así.
-¿Eh?- se sobresaltó Escila. Ya que si se ponía a razonar todos iban a jugar a las cagadas, Caribdis respondió rápidamente:
- No sabía que todavía estaba viva. ¿Viste ese bolso de piel de buey que tiene al costado? No se lo saca ni para bañarse. Adentro tiene la cura contra todos sus hechizos. Es una única botella que nunca se termina, y es la única que existe en el mundo. Ella no suele querer que nadie se cure de sus embrujos, entonces lleva la botella a todas partes, a luz y sombra.
-¿Por qué no la destruye y listo, si no quiere que nadie se cure?
- Porque si la destruye, se le acaban los poderes, y eso lo quiere evitar. A estas alturas ni nos va ni nos viene que no tenga poderes pero te convendría probar algo de esa botella. Volverías a ser como antes.
- La verdad, ya ni me acuerdo de cómo era antes- dijo Escila, se sentó como pudo con todos los perros y se comió un pez que había cazado con un tentáculo.- Ya no me importa. No sería mejor, si así estoy bárbara.
- No, hermana, para nada- le dijo Caribdis.- Espera que provoque algo de confusión y…- Se presentó ante Callpru, dios del Sahara, y le pidió que hiciera volar espejismos, porque ella nunca había visto. Callpru, pura amabilidad, hizo brotar de improviso una tremenda batalla entre cruzados y sarracenos, y para reírse un poco, hizo que la batalla se instalara sin previo aviso entre los invitados. Entre la confusión, Caribdis aprovechó que se le cayó el bolso a Circe y solo le tomó un instante llenar un vaso de la botella y llevárselo a Escila. La maga se dio cuenta tarde. El monstruo perruno desapareció, y en su lugar quedó una bella mujer desnuda que buscaba desesperadamente con que taparse. El embrujo de Escila había terminado.

domingo, 22 de julio de 2012

Capítulo VI: Noche de fiesta (Quinta Parte)


“Escenario improvisado” era una forma de decir, hablando de las cosas que solían improvisar los dioses, y más teniendo en cuenta la grandilocuencia de griegos y egipcios (Los nórdicos no intervinieron por expresa prohibición de Odín, algo más que enojado por lo que Situr le había hecho a Loki, pero sin buscar represalias porque también se había creído lo del Cielo Dragón). El escenario tenía como mínimo cien metros de largo y treinta metros de ancho, y estaba repleto de adornos en los costados. Hércules y Perseo luchaban contra una versión pequeña del Kraken, en tanto que el héroe Belorofonte iba montado en una corcoveante quimera (monstruo con cuerpo de león, cola de serpiente, cabeza de dragón, alas de murciélago, y piernas humanas) y Aquiles, Héctor, Paris y Helena, todos de la guerra de Troya, estaban jugando a pelear entre ellos. Los dioses hindúes paseaban sobre el escenario con sus vinamas, carros mágicos luminosos origen de la leyenda de los platos voladores. Había una pequeña reproducción de la guerra de Troya; los ejércitos chocaban delante de la ciudad, alentados por Ares y Eris, y todos los otros dioses los ayudaban a su manera, aun Isis. Eso era algo que Homero no sabía, que los dioses de otros lados habían ayudado en ese conflicto, incluso los orientales cuando no se habían puesto pesados con eso de que todavía tenían fieles. Así era que los dioses chinos aparecían alternativamente en uno u otro bando montados en dragones y comandando toda una serie de criaturas míticas. Los Indeseables aplaudieron con ganas al ver esto y convinieron en no criticar al menos por un rato. La Medusa bailaba polka con una esfinge, a juzgar por lo rítmico de su lucha. De esta forma se interrelacionaban distintos elementos de las cosmogonías.
Había pequeños herreros de fuego amarillo martillando armaduras sobre el piso, se las daban a guerreros que esperaban por ellas, y estos marchaban al campo de batalla, morían, y sus armaduras caían de nuevo en la fragua de los herreros. Al lado de ellos estaba Seth momificado colgando cabeza abajo observando con interés una cruenta batalla entre escarabajos, cocodrilos, y gatos momificados que corrían de un lado a otro. Escila y Caribdis (sacadas del lago para la ocasión) se comían gente de juguete creyendo que eran reales, y de los muñecos salían almas en forma de pájaros que iban y se pesaban en una balanza de almas que fiscalizaba Anubis, por supuesto. El telón estaba sujeto por los tentáculos de un calamar rosado y se movía merced a una brisa de Eolo (este dios había ganado la reputación de indeseable entre todos los otros porque había tomado el aspecto de un rapero, no para esa vez, sino para siempre). Unas momias repugnantes y andrajosas se peleaban con pequeñas espadas, no tambaleantes como en las películas, sino ágiles y rápidas como el mejor de los guerreros, y no estaban totalmente cubiertas de vendas. Se las habían recortado de forma descuidada para darle un aspecto más salvaje. Unas cuantas ninfas eran perseguidas por faunos (a los que se les tuvo que decir que solo era una actuación) y tenían que refugiarse en una pirámide de la que salía una esfinge de arena que los corría. Había muchísimas cosas, y en verdad parecían demasiadas para un escenario, pero entraban porque habían sido puestas por dioses. Los periodistas estaban haciendo una cobertura estupenda. Años después ellos aun seguirían descubriendo detalles en sus recuerdos de ese escenario.
La mayoría de los dioses había llegado y se había sentado en las sillas y el suelo a la espera de los relatos, en tanto que el resto se entretenía en otras cosas. Había, cierto, un aburrimiento general porque se suponía que se sabían todas las historias importantes o dignas de ser contadas, sin embargo, Hermes metió a la fuerza a los dioses intrusos, los paralizó, hizo un breve presentación, y se sentó entre los oyentes. Hasta-Nera intentó irse pero Si’güí lo retuvo y empezó con la historia:
- Nosotros somos nuevos, pero muy viejos. Él se llama Hasta-Nera y yo, Si’güí. Venimos de una…
-¿Hasta-Nera? ¿Si’güí?- se preguntaron muchos dioses.- Nunca escuchamos esos nombres.
-…isla que se hundió hace milenios bajo el mar. No tenemos relación con nadie aquí presente pero…
-¡Silencio, Si’güí!- gruñó Hasta-Nera, pero ella no le hizo caso y siguió:
-…hemos representado al lugar donde estuvo la civilización más importante del mundo antiguo; la gran isla de Aislsost Nai.
A casi ninguno de los que escuchaban se le movió un pelo. Solamente Hades paró la oreja ante este nombre porque alguien se lo había mencionado alguna vez. Si’güí pasó la vista ante la vasta concurrencia y al sentir su expectación, sonrió.
- Es natural que nadie la conozca, pero todos la conocen, sí señor- prosiguió, enigmática.- Bien, como sea, nos han traído para que contemos una historia y les vamos a dar el gusto; voy a narrar la batalla contra las sirenas asesinas, más conocidas como “vampiros del mar”.- Desde el lago llegó un rumor creciente y abrumador, gritos de seres marinos que decían “¡jamás han existido! ¡jamás han existido!”. Si’güí calló los alaridos con un ademán y les contestó.- ¡Qué ustedes sientan vergüenza por los malos de su familia no significa que no hayan existido! Todo empezó cuando…
Los periodistas notaron que detrás de la diosa la pared empezaba a cambiar, y comprobaron que el escenario tenía la virtud de mostrar la historia del que la contaba. Hasta-Nera se dio cuenta de que Si’güí tenía un plan provocativo y riesgoso y quiso impedir que lo realice, pero ella le puso la mano en el hombro y lo dejó quieto y mudo para que no interrumpiera. Su extenso relato levantó polvareda, no por el tema, que ahora trataba sobre la invasión de los plamesarcas, sino por los paisajes, que Si’güí detallaba a propósito. Su descabellado plan surtió efecto al poco andar, porque muchos dioses empezaron a decir entre ellos “¿y esa playa? Yo la conozco”, “¿yo no estuve ahí?” “¿ese lugar no es…?”. A estas alturas, Hasta-Nera había recuperado la movilidad y escapó con Si’güí fuera del escenario, justo cuando sus recuerdos mostraban una gran montaña en medio de un inmenso bosque igual al que había creado Ceres.
-¿Pero estás loca? ¿Qué te pasa?- preguntó Hasta-Nera, oculto en el bosque.
-¡Retribución!- respondió Si´güí, desafiante.- ¡Que esos desgraciados sepan de nosotros!
-¡No! ¡Se acabó, Si’güí! ¡Recuperaremos a los nuestros y volveremos a Aislsost Nai!

La huida de los dos dioses tuvo un inesperado efecto; animar la fiesta. Los que estaban por dormirse o irse se interesaron por el inesperado giro de los acontecimientos, y pidieron que se repitieran las imágenes para adivinar que parte del mundo era esa. Isis y Atenea felicitaron a Hermes por haber conseguido ese entretenimiento, y él les dijo que tenía algo que comunicarles. En tanto, Loki había ido a escuchar los relatos con ánimo de hacer alguna travesura, pero al ver cierto paisaje que le resultaba familiar de más se espantó y se fue corriendo hasta el salón, donde se detuvo pensativo al pie de una escalera sumeria.
-¿Pero quienes son esos dos?- preguntó Afrodita.- Lo que contaba esa diosa me pareció muy conocido.
- No nos podemos quejar- dijo Isis.- Atenea está organizando un concurso para ver quien se acuerda de que lugar era ese. ¿Quién fue el ocurrente que los trajo?
- Yo, porque los vi tratando de hablar con ciertos faunos y cierta ninfa- dijo Hermes.
- Eso no es nada- dijo Hades, apareciendo de golpe.- Trataron de tocar a cierto fauno que era el portero.
-¿De que ciertos faunos hablan?- preguntó Pan.
- De esos… ¿No te acordas que eran faunos especiales?- le dijo Hermes intentando mantener algo de secretismo, pero al sentir las miradas del resto, se resigno y exclamó- ¡Al demonio! Gente, tengo que decirles algo.- Pan y Hades intercambiaron miradas.- Estos dos y yo hemos mantenido algo en secreto. ¿Conocen a los faunos Daríus, Palbaos, Emann, y a la ninfa Alpao?- Algunos asintieron.- Bien… Son dioses.
-¿Qué?
-¿Cómo?
-¡No puede ser!
- Pues sí. Es real- dijo Hades.- Como sabrán, los faunos murieron hace mucho, antes de que apareciera el Otro.- Los dioses asintieron-, por lo que yo todavía controlaba la muerte en Grecia. Hermes apareció con varias almas de faunos, pero me dijo que había tres que se resistían a ser llevadas junto con las demás, y que tenían buenas razones para hacerlo. Las trajo ante mi presencia y ahí me di cuenta… ¡que eran dioses! ¿Quién había podido matar a tres dioses?
-¿No eran cuatro?
- Sí, pero la ninfa no murió. Eso me explicaron desesperados; no podían estar separados, me dijeron, nunca habían estado separados. Habían tomado figuras mortales en ese lugar, Aislsost Nai, aunque no me quisieron explicar el porque. Solo me pidieron que los reviviese en Grecia porque querían estar con la diosa Medic. Discutimos y llegamos a un acuerdo; yo los revivía para que estuvieran cerca de su adorada amiga, pero que la convencieran de morir con ellos porque no podía estar reviviéndolos a cada rato para que estuvieran juntos. Eso sí; cuando lo hiciesen serían bien recibidos en mi castillo. Se imaginaran la cara de mi esposa.
-¡Para, para! ¿Qué tiene que ver Pan en ese asunto?
- Yo maté a los tres faunos cuando me di cuenta de que no eran reales, pero no me detuve y quise acostarme con la ninfa, que estaba desesperada. Apenas me acerqué a la carrera, me di cuenta de que ella no era común y corriente. Me agarró de los cuernos y me revoleó contra unos árboles, arrancándolos de raíz. Antes de darme cuenta de algo, me pisó el pecho con un fortísimo pie diminuto y me exigió que se los devolviera. Yo atiné a llevarla a la entrada a los Infiernos, de donde justo salía Hermes, que me contó que los faunos habían sido revividos y estaban en el mismo lugar donde habían sido muertos.
- Pan, tenías prohibido matar a quienes te engañaban de esa forma.
-¿Por qué se creen que no lo dije? Así como Hades tenía prohibido revivir a la gente porque sí, por eso nosotros dos y Hermes hicimos un pacto de silencio. Ninguno de nosotros iba a decir lo que sabía de los otros.
-Pero Hermes no estaba obligado para nada.
- Claro que sí- reconoció Hermes. Yo le ayudé a Pan a matarlos y después guié sus almas hasta el Inframundo.
-¡Hermes!.- El asombro era general. Isis tomaba nota para contarle a sus compatriotas.
- Sí, fue un error, ya sé, ¿pero quien no ha cometido errores?
-¿Dónde están esos dioses ahora?- preguntó Zeus.
- Ni idea.
- Hablo de los que estuvieron en el escenario.
- En el bosque… ¡dónde están los faunos y la ninfa! ¡Llamen a Artemis! ¡Fíjense si el portero todavía está durmiendo!
-¡No está!- dijo Situr, volviendo.- Recién me crucé con Loki. No me vio.
-¡Acá estoy!- dijo Artemis, apareciendo con su carro y sus perros.- ¿A quién hay que cazar?
-¡A los dioses del escenario! Están en el bosque- le indicó Hermes.
-¿Cazar dioses? Nunca había hecho eso. ¡Vamos!- le gritó Artemis a los perros. Su perro se elevó por los aires, pasó por encima de las cabezas de los dioses y se perdió en el bosque.

Los centauros seguían custodiando las fronteras del bosque para que no se metiera nadie, pero no pudieron evitar que se metiera una banda de cinco delincuentes durante el cambio de guardia. Eran listos en su propio terreno, pero un tanto ingenuos, porque creían que sería muy fácil desvalijar a los dioses si tomaban de rehenes a las ninfas. Existía la creencia de que los dioses en general sentían tal atracción sexual por una ninfa en peligro que hacían cualquier cosa con tal de que no le pasase nada. Error. Los ladrones tampoco tomaron en cuenta el bosque. Desde donde miraban solo había unas plantas y después estaban los dioses ahí nomás, pero estuvo mal pensado, porque una vez que se metieron cuando no estaba el centauro se perdieron.
-¡Eh! ¿Dónde están los dioses? ¿No estaban acá nomás?
-¡Pero sí! ¡Los estuvimos mirando como media hora esperando que se fuera el medio caballo!
-¡Volvamos, volvamos para ver bien el lugar!
-¿Acá había un río?
- Che, me parece que nos perdimos- dijo quien tenía más sentido común del grupo.- No nos tendríamos que haber metido. Ha sido una trampa que han puesto esos putos.
-¡Callate! ¡Vos siempre sos el cagón del grupo!
- Miren. Un camino- dijo el primero, descubriendo una senda marcada por tablas de mármol sostenidas por pequeños troncos de piedra. Los árboles de los costados eran muy grandes y estaban separados por claros de un metro, a través de los cuales pasó la banda. Menuda sorpresa tuvieron cuando se descubrieron vestidos con blancas túnicas livianas y cortas. Primero tuvieron gran desconcierto, y después empezaron a reírse y a burlarse unos de otros.
-¡Che, pero parecemos putos! ¡Falta que un dios nos confunda con ninfas y nos viole!
-¡Chicas las patas peludas las ninfas! ¡Nada fieras y negras!
-¡Dejen de hablar! ¡A escondernos, me parece que viene algo grande! ¡Parecen centauros!
El grupo se escondió detrás de los árboles. Eran centauros, sí, pero acompañados por uno de la misma especie pero de rango mucho más grande, evidentemente, y adornado de tal manera que las armaduras de sus pares parecían simples artesanías con papel y brillantina. Para empezar, era más grande y musculoso; sobresalía por lo menos medio metro de los otros seis, y se destacaba el ruido que hacían sus cascos chocando contra el suelo. La armadura empezaba en los cuartos con cobertura de oro y plata, y terminaba en un casco que dejaba pasar los dos cuernos de Quirón, pues de él se trataba, uno de los centauros más importantes de la Antigüedad. La armadura se veía como de una sola pieza, pero en realidad se trataba de partes encastradas de tal manera que parecían formar parte del centauro a pesar de ser independientes y no estar conectadas. Tal armadura no hacía ruido a causa de su buena disposición. El silencio alrededor suyo solo era roto por la charla que tenía con los otros centauros y el ruido de sus cascos.
- Esto se parece a un lugar que conocí en mi juventud. Aunque solo estuve poco tiempo, me alcanzó para forjarme un buen recuerdo de…- Los ladrones no escucharon el nombre.
- Maestro, es indudable que los dioses pusieron todo su arte para recrear los años en los que usted vivió. ¿Es el mismo aire? ¿Da la misma impresión?
- Por momentos sí, pero hay demasiados extranjeros, y por momentos se pierde la sensación.- La voz de Quirón era clara y grave.
Hablando se sensación, uno de los ladrones se sintió observado. Miró con cautela sobre su hombro y vio una figura alada a quince centímetros, y no más grande que eso. El grito que dio sobresaltó a sus compañeros y a los centauros, que acababan de pasar. Quirón se dio vuelta e inspeccionó con detenimiento ese lugar, sin ver nada, porque la criatura faérica volvió invisible al grupo y le recomendó silencio. El jefe centauro se dio por satisfecho al cabo de un minuto y se fue diciendo algo que negaría haber dicho bajo juramento: “eso sí me asustó”.
-¿Buscan la fiesta de los dioses?- preguntó el elemental.
- Sí… Sí- tartamudearon ellos.
-¿Están invitados? Ah, sino, no hubieran entrado. Es para el norte, sigan al norte- aconsejó el hada, y desapareció sin dejar rastro
-¿Para donde está el norte?- atinó a preguntarle uno de ellos, demasiado tarde.

Atenea vio que los dioses se estaban cansando de no adivinar cual era esa isla, entonces fingió una sonrisa nerviosa y dijo:
-¡Perdón, perdón! Ganó la diosa Ishtar, de Asiria. Ella lo nombró rápido y no la pude escuchar bien. Recién ahora me doy cuenta. Bien. ¿Tiene alguien otro relato que nunca hayamos oído?
Hubo gran silencio. Se escucharon algunos gritos aislados de “¡Trampa! ¡Trampa!”, rápidamente acallados. La diosa Ishtar se quedó pensativa porque no se acordaba el lugar que había dicho, o si ella había dicho algo.
-¿Ninguno tiene una historia mejor que la de nuestros amigos de la…?- Atenea se interrumpió aterrada, porque por un momento se le había cruzado el verdadero nombre del lugar. Se quedó mirando al horizonte unos segundos y bajó corriendo las escaleras, indicando de esta manera que el concurso de relatos había terminado, convertido en un insatisfactorio torneo de adivinanzas. Los dioses se desbandaron comentaron que raro les había parecido Palas Atenea huyendo a los saltos. Unos se metieron de vuelta al salón y otros se metieron en el bosque, en tanto que el resto se quedó en el patio navegando por la orilla del río, hablando con las sirenas para ver que comentarios tenían sobre quienes.
Atenea llegó acalorada a donde estaba el grupo de sus amigos, seguida de lejos por los silbidos y abucheos de los Indeseables. Artemisa no estaba, por empezar, y Situr estaba buscando a Loki para ver que sabía sobre el asunto, porque lo había visto escabullirse cuando aparecieron los primeros paisajes en el escenario.
-¡Bien! ¡Bravo!- se burló Isis.- Podrías conducir los Oscar.
- Callate, no existís, perra del diablo- ladró Atenea.- Se me cruzó por la cabeza cual lugar era pero me hiciste olvidar.
- Raro vos olvidándote de algo- le dijo Isis, molesta por lo de “perra del diablo”.- ¡El entretenimiento por excelencia en cada reunión y vos lo arruinas huyendo como el Correcaminos!
- Ya todos conocen las historias, Isis- intervino Zeus.- Te callas.
- Zeus, te callas vos más que yo porque no soy una de tus hijas, por si no te habías dado cuenta. Estoy a tu mismo nivel- se defendió Isis. Atenea seguía pensando “pero es un lugar tan conocido…”
-¡Sí, te hicimos una broma, pero ahora te necesitamos en serio!- le decía Situr a Loki, trayéndolo del brazo.
-¡Pero yo soy yo el que hace las bromas!- le decía Loki, oponiendo resistencia la traslado.
-¡Acá está, al fin! Me pasé como tres horas persiguiéndolo por ¿un bosque que tienen en la pieza del fondo? Me estoy acostumbrando. Se convirtió en serpiente, remolino, agua, viento huracanado, tierra, y ahí lo agarré en una bolsa. ¡Pienso que tiene que tener algo que ver con los del escenario, porque apenas escuchó los nombres, se fue!
-¿Qué sabes porque me fui, dios falsificado?
- Se te ha visto huir ante pocas cosas- dijo la diosa Skadi, apareciendo con un frío remolino de escarcha.- Le dije al padre Odín que no te trajese, ¿pero cuando él le va a hacer caso a la tarambana de Skadi? ¡Nunca!
-¡Uh, miren quien vino, la tarambana montavikingos!- se burló Loki.
- Y puede que Situr no sea un verdadero dios, pero más deshonroso es ser un nórdico falsificado.
-¿Qué queres decir con eso?- se encrespó Loki.
- Sabes bien lo que quiero decir- dijo Skadi, pero no agregó más.
- Artemis fue a buscar a los dioses.
-¿En serio?- se sorprendió Skadi.- Debe ser algo nuevo para ella… A propósito, ¿no vieron a Freya por ahí? Hace rato que la busco y  no la encuentro.
-¡Ahí viene Artemisa… y ya los trae! ¡Qué grande, ni los dioses se le escapan! ¡Pero trae cinco!- dijo Hermes, parándose en puntas de pie.- ¡Y atrás viene cabalgando Quirón! ¡Carga una cara de enojado!
- Guarda, Skadi, con los centauros- deslizó Loki. Esto tocó una cuerda sensible de la diosa, que sacó un puñal rojo y se lo clavó en el corazón. Loki se tambaleó y se cayó sobre Situr, arrastrándolo al piso.
-¿Estás bien, Situr?- le preguntó Atenea.
-¡Lo mató! ¡Lo mató!- exclamó Situr.
- Por favor, Situr- dijo Anubis, que estaba por ahí.- ¿No has estudiado tanto nuestras historias? ¿Dónde has visto que un dios pueda matar a otro?
El carro de Artemis se detuvo frente al grupo formado por Situr, Zeus, Hera, Anubis, Skadi, Isis, y Atenea. Sus prisioneros iban arrastrados por su velocidad, pero más allá del mareo no tenían ni un raspón.
-¡Acá estoy de vuelta!- dijo Artemis, resoplando.- No encontré a esos dioses pero en cambio cacé unos intrusos que se les metieron a los centauros.
-¡Infamias!- protestó Quirón, también recién llegado.- Debe haber sido durante el cambio de guardia, no se les pudieron haber pasado así nomás.
-¡Igual! “Durante el cambio de guardia” ¿No lo podrían haber visto de lejos?- protestó Artemis, que nunca se llevaba bien con esos “centauros libidinosos”, según propias palabras.
- Querida diosa –replicó Quirón-, ¡hubieran fabricado un bosque menor si querían mejor vigilancia! Entre centauro y centauro hay cerca de un kilómetro. Habrían traído más centauros.
-¡Más centauros, con lo que cobran!- se quejó Artemis.
-¡Dejen de pelear!- ordenó Zeus.- Artemis, deja a tus cazados acá y seguí persiguiendo a los otros. Quirón, que tus centauros redoblen la vigilancia.- Le hicieron caso.

viernes, 20 de julio de 2012

Capítulo VI: Noche de fiesta (Cuarta Parte)


Hasta-Nera y Si’güí decidieron caminar por el bosque para rastrear el “olor a dios”, pero Si’güí tuvo una idea y volvió a donde estaba Daríus descansando al fin a ronquido limpio porque los invitados habían llegado todos. Percibió sin equivocación ese olor tan especial, que más que ser olor a dios era “sensación” a dios. Con los ojos bien abiertos, hizo ir a Hasta-Nera hasta la presencia del fauno dormido.
-¿Este es uno de los nuestros?- preguntó Si´güí, muy emocionada.
- Huele así… pero no se parece a ninguno que yo recuerde.
- Pero… -Si’güí se trabó al hablar- Nosotros lo habíamos dicho… ¡Este es uno de los dioses convertidos que terminaron creyéndose estas criaturas!
- Sí.- La mirada de Hasta-Nera se iluminó.- Este es uno de aquellos… ¡pero ha sobrevivido! Es hora de que te nos unas, hermano- le susurró, y fue a tocarlo con una mano luminosa que no desenfundaba desde hacía milenios.
- Es un fauno- anunció una voz clara que asustó a los dioses y despertó  a Daríus.- ¿Nunca vieron uno?
Hades los miraba desde muy cerca, con una expresión amable pero que invitaba a dejar al fauno en paz. Hasta-Nera y Si’güí lo miraron y aceptaron la sugerencia no dicha. El dios griego los vigiló hasta que se fueron y llamó a Perséfone para decirle:
- Alguien vino a buscar a uno de los extraños.

El equipo periodístico que habían dejado entrar estuvo haciendo unas cuantas notas insólitas y asombrosas, a centauros, ninfas, dríades, sirenas, e hicieron una visita guiada por el bosque, grabando imágenes únicas e irrepetibles. Vieron una cadena montañosa de témpanos y hielos eternos, grandes volcanes en erupción, animales extintos, grandes valles, y al fin la montaña central, rodeada de abundante vegetación e inmensos monumentos, entre los que había uno que resolvía un enigma histórico; una gran estatua de Palas Atenea perdida desde la Grecia Antigua y que nadie sabía donde estaba.
- Me lo robé yo, ¿quién, sino?- les explicó Atenea a los periodistas con aire sobrador.- Estaba consagrada a mí, era de mi propiedad, podía hacer lo que quisiera con ella, ¿no?- los periodistas le dieron la razón.- A propósito, ¿van a pasar lo de la presentación en algún programa? No los quiero censurar, es que nos avergüenza. No lo teníamos planeado. Tampoco digan lo de la estatua.
- No lo vamos a pasar- dijo uno de los periodistas, cruzando los dedos mentalmente.- ¿Por qué no trasladan todo este paisaje a los lugares donde haga falta?
- El Otro nos lo prohibió- señaló Atenea.- Nos dijo que nuestro tiempo ya pasó y que no tratemos de conquistar Su cetro. Y todo esto lo hemos hecho nomás por esta noche, aunque supongo que en balde, porque muchos no querrán acercarse por lo que hicieron los bobos de los duendes en la presentación.

-¿Cómo? ¿Hay un juego de tiro a las estatuas?- preguntó Hestia, tratando de hacerse oír en medio de las conversaciones que había en el salón.
-¡Sí, por supuesto!- dijo Nadiade apareciendo de pronto sin pedir permiso.- Es un entretenimiento que ideamos con las ninfas para darle un poco de entretenimiento a la fiesta, sin ofender a lo que ustedes ya estaban haciendo, por supuesto.
- Es raro que a ustedes se les haya ocurrido esa idea. Por lo general, lo que más se les ocurría en el pasado eran cantos, danzas, y esas cosas.
- La gente cambia- dijo la ninfa moviendo los hombros.- ¿Nos van a dejar hacer el juego? Es para que participen los que quieran, no es obligatorio ni excluyente.
- Al fin hicieron algo más que quejarse de los faunos- observó la diosa.- Antes talaban los bosques consagrados a mí y ustedes no movían la argolla.
-¡Ceres!- se escandalizaron los dioses.
- Si es verdad- se justificó.- Ustedes, Isis y Atenea… ¿Dónde está Atenea?
- Atendiendo a los periodistas- respondió Isis.- Ella siempre quiere ser el centro de atención.
- Te pregunto a vos, entonces. ¿Han creado algún entretenimiento, baile, juego? Porque a este paso esta reunión no va a durar más de dos horas, porque muchos dioses se sintieron ofendidos con lo de la orgía que representaron los otros.
- Habíamos pensado que los dioses  que tengan vidas más emocionantes cuenten anécdotas que nunca hayan contado.
- O sea; historias inventadas, porque ya todos conocen las historias de todos, y algunas ya están tan repetidas, como la historia de Perseo y la Medusa. ¿Algún otro juego, o lo que sea?
- Apolo había hecho un programa de baile para la medianoche. Menos mal que lo completó antes de irse.
-¿Algo más?
- A ver, a ver… Íbamos a planear algo más hasta que ciertas personas estorbaron- dijo Isis con aire distraído.
-¿Ah, sí?- se mosqueó Ceres, y con ella algunos dioses.- ¿A quien se le puede haber ocurrido lo del bosque? Seguro que lo más parecido que se te podía ocurrir era el cielo egipcio. Con mi bosque todos pueden hacer lo que quieren.
-¡Sí, tenes razón!- cortó Isis para no perder más terreno.- ¿Qué hacemos ahora?
-¡Qué sé yo! Tendrían que haber empezado a pensarlo dos o tres meses antes, para estar seguros.
-¡Primero lo del baile, dale, así nos da tiempo para organizar algo más!- sugirió Hestia.- ¿Dónde están los músicos?
- Los fantasmas que hay acá- le dijo Atenea.- Los vi ayer y los contraté.
- Que lo de las estatuas sea después del baile- pidió Sitaucausde, y se fue rápido para no escuchar ninguna negativa.
- A propósito, ¿dónde está Situr?
- Acá, acá- dijo él.- ¿Dónde está Hades?
- Estaba por allá hablando con Techulga, el dios demonio etrusco.
- Estuve vigilando a dos dioses extraños que he visto. Creo que ustedes también han estado viéndolos.
-¡Nosotros solos, no! Todos los han visto y no son pocos los que sospechan que es la primera vez que vienen- dijo Ares, examinando el cuerpo de Afrodita.- Muchos me lo han comentado.
-¿Y si los invitamos a que cuenten sus historias?- preguntó Ceres.- Así los Indeseables no pueden decir que no tenemos cosas nuevas para contar. cosas nuevas para contar.
- No creo que quieran contar nada- opinó Situr.- Tienen aires de misterio y no creo que cuenten nada.
-¿Eh? ¿Qué le pasa a mi marido que viene así? Seguro que tomó demasiado vino- dedujo Isis. Era verdad. Osiris venía tambaleándose, pero cuando llegó dejó en claro que no estaba borracho.
-¡Si será plaga el nuevo! ¡A quién le hizo creer esa sarta de pavadas…!
-¿Qué pasó?- preguntaron los otros, mirando alternativamente a Situr y Osiris. Este miró para todos lados y les dijo en voz baja:
-¡A Loki lo hizo caer como un chorlito con sus mentiras!
-¿Qué? ¿Le mintió al Mentiroso Mayor?- dijeron todos sin poder creerlo.
-¡En serio! Estaba hablando con Heimdall, Ptha, y otros más, y vimos que le estaba hablando a Loki. Nos pusimos a escuchar y no pudimos aguantar la risa. ¿Qué nombre te pusiste?.- Situr tomó un aire solemne y repitió lo que Loki se había creído. Todos se largaron a reír. En eso, uno de los dioses aztecas se acercó, los saludó, y les preguntó:
-¿Cuándo va a ser el concurso de la ambrosía?- Los dioses quedaron helados porque no tenían idea de ese concurso, pero Situr reaccionó enseguida y les dijo que después de una o dos cosas que iban a hacer, que los programas de actividades estaban en uno de los salones. El dios dio las gracias y se fue. Situr enseguida creó los programas y los distribuyó a toda velocidad. Los dioses lo miraron y coincidieron en que los novatos eran más poderosos que los viejos porque usaban a pleno todos sus poderes.

-¿Qué?- se revolvió en el océano la Madre-Tierra-Agua Eloik.- ¿Sobrevivientes?- Sus acompañantes saltaron al oírla.
- Sí, pero estamos en peligro. Hemos llamado mucho la atención.
- Traten de hacer volver en sí al sobreviviente y tráiganlo. Sino, yo misma voy allá.

-¡Listo!- dijo Situr, apareciéndose de nuevo.- Programé el baile para ahora. ¿Qué se baila? Nunca fui estudioso de las danzas.
- Nada complicado- explicó Hades, pasando de casualidad.- Tango, vals, rock de los ’50…
-¡Miren que van a bailar eso!- se rió Situr, pero al ver la cara seria de los dioses se asombró.- ¿En serio bailan eso… ustedes?
-¡Por supuesto!- afirmó Afrodita.- Si todas las danzas de todas las familias de dioses parecen orgías… Gente demasiado cerca aburre un poco.
- Mira quien habla- dijo Artemisa por lo bajo.
- Una se cansa hasta de lo bueno- dijo ella.- ¿Se metieron muchos en el bosque?
- Cien o doscientos. No muchos. Creo que hubieran ganado plata si no…
De pronto, unas gruesas llamaradas brotaron de la mase de la montaña. Unos cuantos árboles volaron por el aire con tanta violencia que una rama bien grande llegó volando y se estrelló contra la pared con un estallido de chispas.
-¡Alguien está haciendo pelear a los dragones!
-¡Me encargo!- dijo Sasetdo, diosa mesopotámica de la calma y la lluvia y salió volando para allá.
- No intento caerles simpático- dijo Odín, pasando por al lado de ellos-, pero creo saber quien es el culpable, y creo que usted también lo sabe “Soberano del Cielo Dragón”- le dijo a Situr, lanzándole una mirada despreciativa, y desapareció. Enseguida todos creyeron comprender:
-¡Loki!
- No, fui yo- admitió Situr.
-¡No! ¿Cuándo?- preguntaron los otros.
- Recién. Fui para allá para ver los dragones. Supongo que me aparecí muy de golpe entre ellos, se asustaron, y empezaron a las llamaradas.
-¡Pero, hombre, hay que ser más cuidadoso!- lo reprendió Atenea.- ¿No sabes lo peligrosos que son?
- No sabía, nunca había tenido uno- dijo Situr, extendiendo las manos con gesto de obviedad.- Los hombres no solemos tener dragones.
-¡Pero tienen todas esas historias de dragones asesinos, querido! ¿No pueden imaginarse que alguna puede ser real?
- Pensaba que al ser yo dios no iban a asustarse.
- Bueno, para que lo sepas la próxima vez…- iba a seguir hablando Atenea, pero vio que se acercaba un segundo Situr con algunos programas. El primero miró para donde venía su gemelo, se rió, y desapareció dejando una estela de aire frío.- Era Loki, nomás.
-¿Qué pasó?- preguntó Situr.
- Alguien que descubrió el chiste que le hiciste y quiso vengarse.
-¿Loki?
- Te imitó y nos hizo creer que habías asustado a los dragones. Mira el incendio que hay por allá.
- Tiene una tormenta arriba.
- Sí. Una diosa está arreglando el asunto.
- Ah. Programé el relato de historias para dentro de quince minutos, pero antes le voy a largar otra a Loki- anunció, y se fue, dejando a Ceres diciéndole “¡pero creo que Odín te descubrió!”.

Sin importar lo que creyeran los organizadores, la gran mayoría la estaba pasando bien. Los invitados recorrían las distintas partes del salón admirando como todo estaba decorado en una gran fusión de estilos divinos. La idea sobre lugares mixtos había funcionado. A pesar de que habían ido solo a burlarse, los brasileños y los orientales no pudieron evitar encontrar al menos simpáticos algunos nexos entre sus culturas. Los Ocho Inmortales eran los que más andaban criticando todo a bocajarro, pero se callaban a diez metros de la Pachamama, porque les había dicho que esa viejecita inofensiva era en realidad más fuerte que cualquiera de ellos, y que no valía la pena hacerla enojar.
-¡Y aparte, ustedes no son dioses!- les dijo Artemis.- ¡Han venido solo por acomodo!- Y les largó ante sus caras atontadas.- Y no jodan mucho sino Atenea les dirá algo peor.
-¿Algo peor? ¿Qué querrá decir con algo peor?- se preguntaron los Inmortales entre sí. Heraclion dijo- Esa guacha siempre se anda con algo debajo de la manga.
-¿Qué? ¿Relatos otra vez? ¡Pero si conocemos todas las historias de memoria!- se quejó Avatar, una divinidad menor asiria.
- No, creo que hay nuevos- dijo su mascota.
Situr buscó a Loki por todos lados a la vez y lo encontró tratando de seducir a una ninfa aérea. El dios lo vio llegar y lo recibió con una sonrisa socarrona. Situr, en cambio, se mostró enojado y fue a su encuentro con paso majestuoso, con rayos que le salían de la mirada.
-¿Quién se ha creído usted para reírse de mi hermano, araña?- le gritó. Enseguida Loki se encontró convertido, no en un arácnido, sino en una lámpara de ocho brazos con su cabeza en el medio.- ¿Quién se ha creído, por favor?- Todos los presentes se rieron y la ninfa se fue volando.
-¡Su hermano!- gritó Loki dentro de lo que se lo permitían sus nuevas cuerdas vocales.- ¡Usted no es más que un hombre metido a dios!
-¿Pero quién le dijo eso?- preguntó Situr.- ¿El tuerto de su jefe? No hay que creer a ciegas en lo que dice nadie, aún cuando sean las personas más confiables, o sea, las que no son como usted- le espetó y lo hizo caer, destrozándolo contra el piso de mármol. De sus pedazos surgió Loki, mareado.- Todo el Cielo Dragón ahora es su enemigo, señor- gruño amenazador, se dio media vuelta y se fue, guiñándole un ojo a todos los que conocían su secreto.

-¡Momento! ¿Qué dice el programa que va a haber ahora?
Quien hacía esta pregunta era Sasetdo, la diosa mesopotámica de la calma y la lluvia, que hacía un rato había venido de arreglar el incendio producido por los dragones. Cuando llegó allí, se encontró con un mar de fuego y árboles destrozados. Los elementales habían huido espantados, creyendo que eso era el mal del que les habían hablado, y se habían olvidado del poder que tenían en común. La diosa dudó poco y convocó un diluvio tropical que arrasó con el fuego pero que no calmó a los dragones que se encabritaban sacudiendo las ajustadas cabalgaduras, por lo tanto debió recurrir a la lluvia de calma, que más que calmar atontaba. Empezaron a caer brillantes meteoros que golpeaban a los animales intranquilos y los idiotizaban, haciéndolos olvidar de hasta donde estaban parados.
- A ver- le respondió su hermano, Dartaelos.- Primero, el relato de aventuras, cosa pesada si las hay, después, el concurso de baile, donde todos vamos a burlarnos de todos, lo de ambrosía… Yo no estaba enterado de esto. Tuve que fabricar un poco para decir que traje.
- Yo también hice cuando me enteré. ¿No podrán avisar antes? ¿Qué hay después?
- El tiro a las estatuas. ¿No se les podía ocurrir otra cosa?
- Parece que no. Organizan una reunión y lo dejan todo en el aire. ¿Ves? Los europeos y algunos otros no sirven para estas cosas. Servirán para la guerra o para la ambrosía, pero para otra cosa…
- Solo los griegos fabricaban la ambrosía- le recordó Dartaelos.
-¡No me hagas pensar, por favor! Agradezco que los hombres hayan aprendido a fabricarla porque ahí se acabó. Nos tenían agarrados con eso, dominados. No les bastaba con que sus historias fueran las más conocidas de todos nosotros, sino que también nos dominaban con la puta ambrosía. Se creían con derecho a meterle el dedo a todo el mundo, esos imperialistas.
-¡Callate, te van a oír!
-¡Qué me oigan!- exclamó Sasetdo, desafiante.
-¿Ustedes todavía se preocupan por el asunto de la ambrosía?- les preguntó el dios Tyr.- Nosotros no teníamos problema con eso. La teníamos a Idunn con sus manzanas de la inmortalidad. Nunca compramos ambrosía.
Hasta-Nera y Si’güí seuían buscando a otros dioses ocultos, porque el primero insistía en que sentía a otros dioses de Aislsost Nai, y que ahora estaban en el bosque, según él. Finalmente, sabiéndose vigilados desde lejos, encontraron a Emann diciéndole a Palbaos lo fascinada que estaba Alpao con él. Palbaos lo escuchaba como dándole la razón pero no podía evitar una pequeña sonrisa. De pronto, Si’güí tuvo una inspiración y por la sorpresa casi se cayó. Hasta-Nera quiso ayudarla a levantarse pero ella lo detuvo con la mano, todavía golpeada por la sorpresa.
- Pero… ¿Cómo no nos pudimos dar cuenta?- dijo ella, mirando impaciente a Hasta-Nera, como esperando que comprendiera sin decirle nada.- ¡Estos son algunos de los que se disfrazaron!
-¡Los disfrazados!- exclamó Hasta-Nera, mirando a los dos faunos. Los creían perdidos, y eso habían supuesto hasta ese momento, por la expresión de Si’güí.
-¿Cómo pude ser que yo tampoco lo pensé?- dijo Hasta-Nera.- Si hasta le hablamos a la Madre-Tierra-Agua Eloik diciéndole que había sobrevivientes… y más cuando lo vimos a aquel disfrazado de fauno.
- No se nos cruzó por la cabeza. Pero hay más- continuó Si’güí.- Yo reconozco precisamente quienes son los tres faunos, y quien es la ninfa con la que están hablando.
-¿Quiénes son?
- No los reconociste pero yo sí. El que estaba dormido era Divier, el que habla ahora es Icosol, y el que escucha, Oclin. Eran tres dioses que se la pasaban entre juegos prohibidos y libidinosos, a decir verdad, eran su única ocupación. Una vez se presentó Medic, la prima de Oclin, y allí todo cambió. Icosol y Divier quisieron seducirla, pero no se dieron cuenta de que los otros dos solo se burlaban. Ellos fueron unos de los que se disfrazaron para desarmar la invasión desde adentro, pero se transformaron y les perdimos la pista… y ahora los ves acá lo más bien, y hasta se portan igual. Tendría que ver a Medic para ver como es.
-¿Nos recordarán?- preguntó Hasta-Nera, preparándose para salir del escondite.
-¿Te parece salir?- dudó Si’güí.
- Sí, si igual hay que llevarlos- respondió el dios, y se presentó de golpe ante los faunos justo cuando llegaba Alpao, y los asustó a los tres. Ellos los miraron sorprendidos.
-¿Medic? ¿Oclin? ¿Icosol?- preguntó Hasta-Nera, con tono inseguro.
-¿Chicos?- preguntó Si’güí.- ¿Nos recuerdan?
Medic, Oclin, e Icosol los miraron con algo de nervios.
-¡Llegó la hora de los relatos!- anunció Hermes de golpe, con una amenazadora sonrisa de feliz cumpleaños. Los dos aislsostianos lo miraron sobresaltados, y cuando miraron de vuelta a los otros, habían desaparecido.- A ustedes nunca los habíamos visto. Tal vez tengan historias nuevas para contar- les dijo con tono autoritario, y los llevó obligados al escenario improvisado que los otros habían levantado.

lunes, 16 de julio de 2012

Capítulo VI: Noche de fiesta (Tercera Parte)


A los diez minutos de que Hestia creyera que nadie iba a ir a la fiesta, se había armado un amontonamiento de los que no se olvidan. Daríus no daba abasto anunciando a todos los que llegaban. Había de todas partes. Alis Talar y Firnama, dioses toltecas del mar, hablaban amablemente con Poseidón pero con celos y tratándolo de intruso. Había llegado el dios nórdico Tyr, que era manco por una mordida de Fenris. Estaba acompañado por un tuerto que estaba tapado para evitar ser reconocido, pero no lo logró, porque el portero anunció “¡el dios Tyr y el dios Odín, Valfrod, Alford, Hangagud, o como sea!”, y se fue corriendo al lago/río para anunciar el arribo de la diosa griega Tetis. El fauno nunca había tenido tanta actividad como ese día.
- Bien, acá tenes la fiesta- le dijo Atenea a Isis.- ¿Ahora que hacemos?
- No sé. Habrá que esperar que lleguen los que falten para organizarnos mejor. ¿Te había dicho Artemis que los finlandeses no vienen?
- Sí. ¡Mierda! No pusimos entretenimientos. ¿Qué podemos hacer? Ya sé. Listo. Después de todo, tenés razón cuando me decís que use la cabeza.
-¿Qué pusiste?
- Cuando alguien busque un juego o algo, lo va a encontrar.
-¡Mira, vino mi marido! ¡Y trajo al hermano! Otra que la gente no se va a entretener.
Había llegado Osiris, cosido como había dicho Isis, con las partes un poco torcidas. En un carrito traía a Seth, momificado pero sin las entrañas extraídas y con algunas vueltas menos de vendas para dejarlo mover. En los lienzos había líneas punteadas que dividían al dios en quince partes, y sobre el carrito había catorce cuchillos esperando ser soltados. Osiris empujaba el carrito con dificultad debido a sus martes intimas mal colocadas, lo que motivó que un dios le dijera a otro:
- Por la equivocación de Isis, tuvieron que inventar nuevas posturas, y se entusiasmaron tanto que hicieron un libro. Ese libro fue exportado a la India y bautizado como Kamasutra.
Daríus anunció la llegada de esos dos dioses y cayó exhausto, siendo relevado por Emann que hasta ahora lo único que había hecho había sido cortejar a Alpao ante las celosas miradas de Palbaos.
Ares hablaba con sus antiguos colegas, más preferentemente con Ull y Vali, dioses nórdicos de la guerra. Afrodita y Sjofn, colega nórdica, hablaban calmas pero sin tirarse flores. El dios egipcio de la sabiduría, Thot, y su equivalente el dios nórdico Balder habían armado un pequeño torneo para ver quien decía las cosas más sabias, y quienes los escuchaban se iban deprimidos con la sensación de ser los más estúpidos del mundo. La diosa nórdica Skadi se divertía haciendo animales de escarcha que realizaban maniobras pornográficas. De pronto, se hizo algo de silencio porque entró una viejecita de cabellos grises vestida humildemente que llevaba una canasta con frutas y verduras. Muchos la miraron extrañados menos los dioses griegos, que la recibieron con toda clase de honores y atenciones, preguntándole como había pasado el viaje, que creían que ya no venía, que no les trajera tanto de comer que iban a rodar, etc. Emann era un tanto más despreocupado que Daríus, por eso algunos dioses quedaron sin anunciar y muchos no se enteraron de la identidad de la recién llegada, y la miraron despectivamente por su aspecto humilde.
-¿Quién es esa?- preguntó Arna, una antigua diosa mesopotámica.
- La Pachamama- fue la explicación.
-¿La Pachamama? ¡Yo me la imaginaba sumamente imponente, por lo que escuché sobre ella!
- Es poderosa, no se te ocurra que no. Es su forma de vestirse, pero en cuanto a poderes, se equipara fácil a los jefes de todas las familias divinas.
-¿La reciben así porque es de acá?
- No. Resulta que ella aún tiene muchísimos fieles y no hace ostentación, por eso es una de las personas que los griegos tienen en un pedestal.
- Ah.
-¡Jefa, las serpientes voladoras se pelean con los dragones y los hipogrifos!- llegó anunciando Daríus, que de nuevo estaba en su puesto. Situr, por su parte, estaba encantado. Siempre había oído hablar de esas reuniones, pero nunca había pensado estar en una. El más bestia de todos le resultaba el dios Pan por sus modales bruscos y su vozarrón que se escuchaba por todo el salón. Por otro lado, habían llegado algunos centauros del bosque para ver a los recién llegados, y algunas ninfas querían colarse.
- Che, Palas, hay que hacer algo porque sino van a empezar a aburrirse- dijo Isis.
- Sí, pero espera que haya espacio- le respondió ella.- Esto parece un revolcadero de monas.

Apenas diez minutos después pasó lo que todos temían; incluso Daríus se hizo el tonto y no los anunció. Llegó un grupo de dragones y una estampida de caballos con cabeza de vaca, acompañados de una murga que ridiculizaba a cada uno de los dioses que estaba en el salón. De esta manera llegaron los que aún tenían fieles, llamados “Indeseables”, que se bajaron de las cabalgaduras, se sacaron las caretas, y fueron con paso burlonamente solemne saludando con ademanes exagerados a todos los que veían. Entre los japoneses había alguien que no se burlaba, es más, que estaba serio, y ese alguien era la ninfa Aniyo, y con los Ocho Inmortales de China estaba alguien que Atenea reconoció.
-Heraclion. Miralo.
- Y está con los Inmortales, y él es inmortal- dijo Isis, con media sonrisa bailándole en el rostro. Atenea no la vio pero siguió con su razonamiento:
- Lástima que no haya forma de eliminarle la inmortalidad… Pero en cuanto sus amigos se pongan muy pesados, tengo una carta bajo la manga.
-¿Me la decís?- preguntó la diosa egipcia.
- Cuando sea el momento lo voy a decir, y enfrente de todos.
-¿Y esos? ¿Los conoces?
-¿Quiénes?
- Esos que acaban de entrar. Raro que Daríus no los presentó. Parecen importantes pero ni idea de ellos.
Los dioses en cuestión eran Si’güí y Hasta-Nera disfrazados muy extrañamente. Los dos miraban a todos con desagrado mal disimulado, y el disimulo se les iba cuando miraban a alguno de los griegos.
- Esos dos no me caen bien- le dijo Ares a Hermes. También los estaba mirando.- Voy a preguntarles que problema tienen con nosotros.- Iba a hacerlo pero se le cruzó un conocido, se distrajo un segundo, y no los pudo encontrar.

-¿Nos habrán reconocido?- le preguntó Si’güí a su compañero.
-¿Con estos disfraces? Son simples pero ellos no conocen de esta variedad. Aparte, nunca nos conocieron. No creían que la isla tuviera jefes anteriores. Nunca nos juzgaron reales.
-¿Vamos al bosque? Vas a ver que todo es una copia exacta de Aislsost Nai.
- Bueno- consintió Hasta-Nera y se trasladaron al bosque, donde varios dioses estaban hablando con las ninfas con fines fornicatorios. Nadie había entrado en el bosque porque Atenea había anunciado que ella misma haría la apertura oficial.- ¡Pero es una porquería!- gritó en silencio, y tan concentrado que armó un pozo muy grande. Los otros no lo escucharon a pesar del estampido.- ¡Es una copia exacta! No me sorprendería encontrar nuestros templos, nuestros fieles. Fijate. ¿Qué son esas luces en los árboles? ¿Eso no es un… nemks?
- Equivocado- corrigió Si’güí.- Son seres elementales comunes y corrientes. Me extraña que no recuerdes a tus seres favoritos.
- Es verdad. ¡Ya no los recuerdo! ¿Cómo eran?
- No tenían forma. A decir verdad, parecían más una sensación que un ser. Avanzaban de árbol en árbol dejando un rastro luminoso que tardaba en borrarse, y había como un leve azul o verde en el aire. Cuando uno se te acercaba, tenías la sensación de que alguien estaba lejos. Te rodeaban, y te sentías vigilado y tenías el impulso de salir corriendo, cosa que ellos buscaban porque les gustaba salir a cazar en grupo. Las sensaciones y los colores se juntaban en formas densas aunque difusas. Algunos saltaban sobre vos sin tocarte solo para sentir tu miedo, y otros te hacían la impresión de que te raspaban los talones con la lengua. Muchas veces solo te hacían correr porque se alimentaban de tus nervios, de tu miedo a la muerte, y cuando salías de su territorio te dejaban en paz, pero otras veces tenían apetito de algo sólido, entonces se armaba un remolino gris de sensaciones malvadas y asesinas que despedazaba a la gente.
-¿Sí? ¿Era para tanto?- se asombró Hasta-Nera.- No me acordaba.
- Sí, sí, era así- le confirmó Si’güí.- También había de toda clase. Buenos, malos, engañosos, sinceros… pero ninguno era como esas luces bobas que están en las plantas.
-¿Dónde viste a Llústar?
- En el bosque, pero creo que se iba.
- Si lo llego a ver le cortaré la cabeza. Ya muchas veces lo ha perdonado la Madre Eloik. Ahora ella no está aquí para controlar lo que hagamos. Vamos a librar para siempre al mundo de ese bastardo, porque si está acá no será para nada bueno…- Hasta-Nera se interrumpió. Él y Si’güí se miraron.- ¿Dije que no estaba acá para nada bueno?
- Sí- dijo Si’güí, sonriendo.
- Vamos a ver si con sus gracias compensa al menos una pequeña parte del daño que nos ha hecho- ideó Hasta-Nera, con una expresión ilusionada y vengativa.

Siguieron llegando dioses, mientras tanto. Las organizadoras del evento comprendían que se habían quedado cortas en lo de entretenimientos y demás con cada invitado que aparecía, pero no se dejaron acobardar e improvisaron como pudieron.
-¡Unicornios! ¡Ya sabía que nos olvidábamos de algo!- dijo Afrodita golpeándose la cabeza.
- Aramos dijo el mosquito- le susurró Isis a Atenea.
- También ayudó- defendió la griega.
- Bueno, pero las de la idea fuimos nosotros.
- Tus hijos ayudaron bien poco- le recordó Atenea.- Por ahí anda el bolas torcidas de tu marido diciendo que ayudó como nunca.
- Te acepto lo de mi marido, pero lo de Horus y Anubis no porque no viste todo lo que me ayudaron con las pirámides. Creo que tu nierena no tiene aceptación. Más de una vez me preguntaron porque habían puesto talco en el suelo.
-¡No es talco, no es talco!- se desesperó Atenea.- ¿Viste a los Indeseables por ahí?
- Sí. Se la pasan criticando y riéndose de cualquier cosa que ven.
-¿Todavía? Eso que recién se les cruzó la Pachamama y les cantó las cuarenta.
-¿Vieron a Loki por ahí?- les preguntó Freya, agitada.- Lo estoy buscando por todas partes y no lo veo.
-¿Vino?- se extrañó Isis.- Yo no lo he visto más.
- Lo teníamos escondido por el desastre del barco petrolero para que las ondinas no lo linchen, pero insistió tanto en venir que lo trajimos.

Situr se sentía observado, y así era porque tenía cara muy humana para ser dios y nadie lo conocía. Para pasar desapercibido se sentó en un sofá, pero tampoco lo dejaron en paz, porque apareció Loki y se le sentó al lado, con expresión inquisitiva.
-¡Linda fiesta! Lástima que tengo un mal presentimiento. Algo va a salir mal- argumentó el dios nórdico.
-¿Ah, sí?- dijo Situr, y miró para otro lado, deseando librarse de él lo antes posible, pues ya había adivinado quien era. Loki creyó que no se le daba importancia (claro, habrá parecido de esas cosas que se dicen, pensó) y decidió atacar por otro lado:
-¿Vos de cual sos? ¿De los griegos, de los egipcios…?
- De ninguno. Tengo una religión propia. Es la primera vez que vengo a estas reuniones, y espero que me presenten a este montón de desconocidos.
-¡Pero yo soy el presentador!- se anunció Loki, cuidando de no ser escuchado por otras divinidades.- Recién me han contratado para presentarlos a todos, aunque, la verdad, se ahorrarían muchos problemas si nadie conociera a nadie- dijo, y se quedó mirando a Situr en busca de preguntas. El nuevo dios, sin embargo, lo miraba en silencio, con calma.- Eh… Bueno. Aquella mujer que está hablando con la serpiente emplumada es Tlaloc, dios azteca de la lluvia, al que le da lo mismo presentarse como hombre o mujer, y uno ya se imagina como se pone su mujer Xochiquetzal, la diosa azteca de las flores.
- Realmente no le debe importar- opinó Situr.- La tiene bien vestida.
- Eso es un modo de ver muy humano- criticó Loki, mirándolo de arriba abajo.- Señor, ¿usted cree que los dioses se mantienen los unos a los otros? Vivirán juntos, o bajo las ordenes de otro, ¡pero se mantienen a sí mismos!
- Modo de ver… ¿humano, dice usted?- supuestamente se ofendió Situr, divirtiéndose a costa del más dañino.- En mis dominios, los hombres piensan así porque los dioses pensamos así. ¡Nosotros les decimos que pensar, no nos copiamos de ellos!
-¿Ah, sí?- preguntó Loki.
-Sí, no como los de otros lados, según escuché, que se portan de una forma distinta a los hombres para después dársela de seres superiores. ¡Pero por favor…!
Loki había caído como un chorlito. Le dijo a Situr:
- Pero si el poder va en eso… ¿Cuál es su nombre?
- Soy el Gran Ai Situr, Eterno Soberano del Cielo Dragón- se presentó Situr solemnemente.
- Gran Ai Situr, el poder va en eso, en presentarnos a los hombres de forma superior (siendo ya superiores a ellos) o manejarlos a través de leyendas, como las del fin del mundo. ¿Usted no tiene en su mitología algo así?
- No lo he creído necesario.
-¡Pero si es así! La mayor parte de nosotros usa las leyendas apocalípticas para tener agarrados a los hombres, así como las del cielo y el infierno, solo que las adapta a cada cultura- le siguió explicando Loki. Mirando de reojo, Situr alcanzó a ver que un grupo de dioses los estaba mirando y se estaba riendo del dios nórdico sin que este se diera cuenta.

-¡Espera! ¡Momento, momento, momento!- le pidió Hasta-Nera a Si’güí y miró intrigado el bosque.- ¿Podrá ser que estos sinvergüenzas…?- y se perdió de vista. La diosa lo alcanzó al momento, también intrigada. Hasta-Nera se detuvo en forma de lobo cazador y olfateó el aire.- ¡No puede ser que lo hayan hecho!
-¿Hacer qué?
-¡Olfatea! ¿No hay un olor conocido en el aire?- le preguntó Hasta-Nera. Si’güí le hizo caso y le iba a decir que no sentía nada, hasta que se le abrieron los ojos:
-¡Sí…! ¡Sí! Olor a dios de Aislsost Nai- concluyó enfurecida.- ¡Han revivido a uno para reírse…!
- No, creo que no lo revivieron- le dijo Hasta-Nera muy serio.- Creo que es un sobreviviente.
La sola cara de Si’güí lo dijo todo.

Golpearon a la puerta del salón. Daríus abrió la boca y la puerta para anunciar a los visitantes pero se quedó sin palabras porque eran humanos comunes y corrientes, periodistas que aprovecharon la oportunidad para meterse adentro.
-¿Qué hay que hacer con ellos?- preguntó Freya, llegando a los saltitos.- Si los echan, ya saben la fama que nos van a hacer…
- Está bien, que entren- dijo Atenea.- ¡Freya, llevalos al patio y hacelos sentir como en casa, y decile a las ninfas y todos esos que les respondan todo lo que quieran!
- Entendido- dijo Freya, y se fue dejando detrás de sí un reguero de nieve y llevó a los periodistas al patio donde los dejó haciendo las notas más exclusivas de la historia del periodismo.
En cuanto a Odín, había ido con ideas de hacer valer la dignidad y todo eso que le había dicho a Loki, pero la fiesta le gustaba mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir. Sus lobos Geri (ansiedad) y Freki (glotonería) se comían lo de las mesas cuando nadie los veía, y sus cuervos Huginn y Muninn sobrevolaban todo el salón Princesa Carmesí y le contaban todo lo que veían. Así pudo saber que Loki estaba hablando con un dios desconocido, y que un grupo de dioses se reía de ellos. Eso lo hizo salir de las casillas y fue con su único ojo rebalsando de furia. Por suerte, Osiris lo vio antes de que estuviera cerca y disolvió ese pequeño grupo. Odín solo encontró a Loki escuchando atentamente a un dios extraño que no tenía cara de dios, por empezar.
-¡Ejem!- tosió, para que se dieran cuenta de su presencia. Situr le hizo caso pero Loki no, así que tosió de nuevo.
-¡Padre!- se sobresaltó Loki, y casi cayó en cuatro patas.- Disculpa, pero la charla de este dios es muy interesante. Te presento al gran Ai Situr, Eterno Soberano del Cielo Dragón. Tiene ideas interesantes… empezó a elogiar Loki, pero Odín miró fijo a Situr y en segundos supo todo de él, así como Situr supo que lo sabía. Sin decir una palabra dio media vuelta y se fue mientras Loki hablaba. Este intentó alcanzarlo pero Situr lo atajó diciéndole que tal vez no le gustaba la gente como él. Loki se acordó de que tenía otros asuntos que atender y se despidió muy cortésmente.

Llegó la hora de la apertura oficial del bosque. Atenea convocó a todos para que se acercasen al bosque, porque las hadas y los duendes iban a dar una presentación inolvidable. No se equivocó.
Hasta-Nera y Si’güí trataron de pasar inadvertidos porque se sabían vigilados por más de uno. Loki no encontró más al Gran Ai Situr, y Odín no le explicó quien era, en realidad. La tropa de los Indeseables se situó lo bastante cerca. La multitud se ubicó a cuarenta metros del bosque, y a Ceres le hicieron agrandar el patio para que entrasen todos. El grupo periodístico hacía grandes tomas, tomando especialmente a los desnudos y a los que tenían partes animales. Palas Atenea se puso frente a la multitud y empezó a hablar:
-¡Hola a todos! Me siento… Es decir, nos sentimos contentos de que hayan aceptado nuestra invitación, y sabemos que en muchos casos no fue fácil venir por los problemas que hay en muchos países. Hacía mucho que no nos reuníamos, y la idea se nos ocurrió a Isis y a mí. Quería ver si todavía aguantamos el paso del tiempo. ¿Lo hemos aguantado?- preguntó a los gritos. Por todas partes sonaron muchos Sí, algunos No, y silbidos que venían de los Indeseables.- ¿Quién dice que no? No tendría que estar acá por no saber adaptarse. ¡Bueno, que importa! ¡Bienvenidos al bosque!.- Hizo aparecer un bastón y dio un golpe en el suelo. No pasó nada. Pensó que tal vez no había sido escuchada y dio un golpe más fuerte. Todos los árboles se movieron y se iluminaron de una manera muy fuerte. De todas las ramas salieron esferas muy brillantes y formaron en el cielo un mensaje en escritura divina que decía “Boludo el que lee”.
Se formó un gran silencio interrumpido por murmullos y risas contenidas. Las organizadoras se pusieron rojos de vergüenza y empezaron a acusarse mutuamente “vos le dijiste que hicieran eso”, “no, fuiste vos”. Loki, en cambio, se reía sin imaginarse que varios ojos estaban fijos en él. Freya le dijo algo a Thor y se fue.
Atenea no sabía que decir. Los ojos de cuatro mil seres (o más, se desesperó) estaban puestos en ella, y esos graciosos de los elementales hacían estupideces. Algo no estaba bien. Miró a todos lados sin saber que hacer. Un japonés le gritó algo. Antes de algo  más, las luces empezaron a hacer formas luminosas representando a varios dioses en una violentísima orgía, incluyendo a los Indeseables, que dejaron de reírse.
-¡Bien! ¡Inaugurado el bosque!- dijo la diosa, e hizo que los elementales cayeran al suelo, ocultándolos. La multitud se deshizo, insegura, y bien pocos se metieron en el bosque. Atenea, colorada hasta las orejas, se reunió con los otros y les iba a decir algo, pero cambió de idea y apareció en el bosque, mostrándose severa con los elementales que tanta vergüenza le habían hecho pasar.
-¿Pero que diablos les pasa, porquerías?- les gritó a todos los que rodaban por el suelo.
- Tenemos que hacerlo… Nos dijeron que debíamos burlarnos…
-¿Quién les dijo eso?
- No podemos decirlo… Por favor. Déjenos estar como antes…
-¡No sé para que los trajimos!- rugió la diosa, y se fue, levantando la mano. Las hadas y duendes se sintieron de nuevo en posesión de sus facultades y se enfrascaron en una discusión para ver a quien le tenían que hacer caso.