Capítulo
VII: Se disuelve la reunión. (Ultima parte)
Cuando se creía que después de
todo la fiesta no había salido tan mal, el embrujo de Circe en la ambrosía
produjo un efecto desastroso.
Apenas un dios dio el primer
bocado, una sucesión de luces saltó de tarro en tarro y envolvió a todos los
dioses, creando una ola luminosa que dejó a todos los dioses convertidos en
aparentes narcotraficantes y consumidores de villa miseria. Skadi, blanca en
piel, cabello y vestiduras, se volvió morena, morocha, con un corte de pelo
distinto y varios aros en la nariz y los labios. Afrodita se convirtió en
prostituta (una de sus subordinadas). Circe apareció riéndose dejando bien en
claro que ella era la causante. Ni lerdo ni perezoso un dios que tardó más en
convertirse la tiró al suelo con la idea de arrebatarle la cura, pero lo que
consiguió fue contagiarle el hechizo. Resultó la más comprometida de todos,
porque su bolso quedo convertido en una bolsa de plástico lleno de sobrecitos
blancos que tenían nombres escritos. Los periodistas, ninfas, y faunos se
salvaron.
Eso no hubiera sido nada, pero
llegó la policía, llamada por Circe, que no había calculado que también podía
ir presa. Ahí comenzó el desbande general. Todas las sirenas se tiraron al agua
sin dudarlo, porque esa gente tenía muy mala fama, aún entre ellas. Los héroes
se salvaron del hechizo pero demostraron que ya no eran valientes, porque
huyeron apenas llegó la policía. Hades tardó en convertirse, y eso le dio
tiempo para sacarles la vida, convirtiéndolos en cenizas y huesos ante las
miradas aterradas de las ninfas. Todos los dioses y diosas trataban de parecer
respetables a pesar de su aspecto, pero los policías se reían, los esposaban, y
los metían en los patrulleros. A Odín se le cumplió un deseo; tenía los dos
ojos sanos, y por la sorpresa apenas opuso resistencia cuando lo esposaron
violentamente. Los fantasmas de la orquesta desaparecieron, indignados por la
interrupción. Sasetdo y Dartaelos todavía se reían porque creían que todo era
parte de un nuevo entretenimiento, y se dejaban maltratar lo más divertidos.
Hera, al conocer parte de la jerga carcelera, no perdió el tiempo y gritaba
“¡es violeta! ¡es violeta!” señalando a Zeus, porque todavía lo reconocía.
Violeta se les decía a los violadores en la jerga carcelaría, y adentro les
esperaba un destino similar.
También hubo dioses que trataron
de esconderse. El dios Proteca trató de volverse árbol con las manos hacia
arriba y fue de los primeros en caer arrestados porque los policías creyeron
que estaba más drogado que otra cosa. Marduk se escondió debajo de la mesa y
trató de parecer una de sus patas. Se lo llevaron lo mismo. Eco no sabía donde
meterse pero Nadiade la tocó y se sumergió con ella en el lago hasta que todo
terminó. No tuvo que respirar ni se mojó. Un armario mágico donde los dioses
habían puesto sus abrigos podría haber sido un perfecto escondite porque daba
el espacio que todos hubieran necesitado, pero no, porque el hechizo de los
dioses (más ilusión que otra cosa porque se disiparía en pocos días) los
condicionaba como hombres.
-¡Soy el gran dios marino del
Norte de Asia Ishtir!- chillaba un dios cuando era puesto contra la pared.
Escila y Caribdis fueron corriendo y escondieron a Fenris, Cancerbero, y sus
hijos para que no se los lleven, como si alguien se hubiera animado a hacerlo.
Algunos dioses trataron de escapar al bosque mientras intentaban volver a su
forma original pero los agarraron igual. Freya, Thot, Baal, Zeus, hasta las
divinidades mayores fueron encarceladas. Situr no se salvó tampoco, y fue
metido en el patrullero junto a Anubis y Horus, los que lo habían llevado.
-¿Pero qué pasa?- le preguntó
Atenea a un policía. Ella e Isis se habían salvado por estar discutiendo
adentro del salón.
-¿Qué hace usted acá?- le
preguntó bruscamente el uniformado.
-¿Qué hacen ustedes acá?-
preguntó Isis.- Había una fiesta. ¿Qué hacen todas estas personas?
-¿Ustedes organizaron esta
reunión de faloperos?- preguntó el policía, sacando dos pares de esposas.
-¡No, señor! ¡Era una fiesta
donde estaban los dioses! ¿Acaso no la vio por televisión? ¿No le parecen raros
el bosque y la montaña que hay en el fondo del patio?
El policía miró y quedó inseguro
respecto de lo que debía hacer.
-¡Interrumpa este operativo, por
favor!- pidió Atenea.- ¡Ahora escucho las voces, Isis! ¿Qué pasó?- le preguntó
a uno de los transformados. “¡Fue Circe!” le alcanzó a contestar el otro antes
de que se lo llevasen.
-¿Vio? ¡Ahí tiene! Fue Circe- le
dijo Isis al policía, como si a él le resultase tan común o tan creíble. El
hombre sonrió maliciosamente y sentenció:
- No me basta. Igual vamos a
llevarnos a todos para averiguación de antecedentes- y se dio vuelta para
irse.- Es por mandonearnos toda la antigüedad- murmuró.
-¡Es ilegal!- protestó Isis.
-¡Espere, aunque sea!- le gritó
Atenea al comisario.- ¡Llévense a estos también!- y les trajo de golpe a los
cinco ladrones. El comisario llamó a otros policías y se los llevó a los cinco.
Cecilio, enojado, alcanzó a gritar:
-¡Si nos estábamos llevando
bien…!- Isis pensó lo mismo que Atenea y le respondió:
-¡Eso fue por perdernos el
respeto!
A pesar de todos los intentos,
ninguna de las dos diosas consiguió que liberasen a ninguno. Confiaron, sin
embargo, en que el hechizo de Circe terminaría pronto y los dioses pudieran
irse sin dar mayores explicaciones y con todas las disculpas del caso. A la
única diosa que el hechizo no afectó (aparte de Isis y Atenea) fue a la Pachamama , porque se
había ido después de su enfrentamiento con Eloik.
Bien, la fiesta había terminado,
y su final sería recordado mucho tiempo, no con alegría, claro. Todos los
dioses iban a pasar la noche encarcelados y los noticieros se llenarían la boca
con “¡miles de arrestados en golpe maestro al narcotráfico!”, claro que después
titularían al descubrirse la verdad “¡los dioses se burlaron de la sociedad, lo
que hicieron es impresentable!”.
- No se preocupen, nosotros
tomamos todo lo que pasó- les dijo Gisella a las organizadoras.
- Esperemos que se note bien-
dijo Isis, sin muchas esperanzas.
- La montaña desapareció- observó
otro reportero.
- Sí, se acabó la fiesta y este
patio está volviendo a la normalidad- confirmó Atenea.- En todo tiempo todos
van a estar muy amontonados, y no es que los esté echando, pero tenemos que
limpiar todo.
Los periodistas hicieron unas
notas más, se despidieron, y se retiraron. Oiram acompañó hasta la puerta a
Gisella, preguntándole donde vivía para ir a visitarla. Ella tuvo la precaución
de darle una dirección falsa, por las dudas, pero no hizo lo mismo con el
celular porque le empezaba a gustar el fauno, a pesar de que su entrepierna era
bastante evidente.
Quirón se fue con todos los
centauros luego de que limpiaron sus armaduras y curaron sus heridas, porque
aunque en la fiesta no se sabía, ellos estuvieron muy ocupados peleando contra
una estampida que se había salido de control, varios delincuentes que se habían
metido y los pelearon a disparo limpio, y una convención de arañas gigantes que
de pronto los encontró muy apetitosos. Atenea les pagó con monedas de plata,
aunque rezongando porque “yo no los contraté, reclámenle al que lo hizo.”
-¿Nos guardan rencor por los
problemas que ocasionamos?- preguntó Alpao. Detrás de ella estaban sus amigos.
- No, para nada- mintió Atenea.-
Nos sirve de lección para la próxima vez que colonicemos la Atlántida.
- Bueno, gracias por todo. Nos
tenemos que ir porque el bosque se va a mudar al África- se despidieron, y se
marcharon al trote perdiéndose entre las plantas.
Las ninfas estaban jugando con
los cachorros de Cancerbero. Escila y Caribdis les habían puesto nombres
bizarros; un pequines alado y horrible se llamaba Ulises Mal Rayo te Parta. Un
doberman que iba de un lado a otro como una bala se llamaba Odin Viejo Tuerto
Autoritario, otro se llamaba Gianna Angelopoulos en honor a la organizadora de
los Juegos Olímpicos Atenas 2004, y otros nombres que se mofaban de los dioses
que se habían llevado presos. Cuando las diosas les dijeron que se los tenían
que llevar, Caribdis aceptó llevar el lobo Fenris y los lobos de Odín a donde
vivían los nórdicos, y Escila a Cancerbero y sus cachorros a los antiguos
Infiernos.
El fauno Buhemotr llegó corriendo
antes de que el bosque desapareciera y anunció:
- Ya solté todos los dragones y
cosas en las que los dioses llegaron.
-¿Les dijiste la palabra para que
todos vuelvan a su patria?- desconfió Isis.
-¡Pero, señora!- se ofendió el
fauno.- ¡Nosotros no nos olvidamos ni de las ordenes ni de las hembras!-
exclamó, y se fue corriendo hacia los árboles antes de que el bosque se fuera
del todo.
La última que se fue sin
desaparecer fue Patricia, que les hizo un vago saludo a las dos diosas y habló
con una de sus antiguas amigas hasta que su novio Ricardo la fue a buscar. Las
ninfas y los faunos se perdieron entre los árboles, y el río se secó. El bosque
fluctuó y se convirtió nuevamente en los alambrados y muros de las fábricas
vecinas. El murmullo y las luces de los seres elementales se fueron con el
bosque.
Al fin quedaron solas Atenea e
Isis juntando las sillas, limpiando lo desparramado, y dejando las habitaciones
del salón sin estiramientos innecesarios. Habían hablado y estaban un tanto
reconciliadas, pero estaban un poco mosqueadas. A pesar de eso, fue Atenea
quien dio los últimos pasos al decir:
- Realmente no estaba tan mal lo
de ustedes.
-¿Qué?- preguntó Isis.
- Lo de ser populistas.
Conseguían unir a la gente mucho más que nosotros.
-¿En serio lo decís?
- Sí. Nosotros éramos débiles de
imaginación y por eso tuvimos que ser imperialistas. Nos fue bien, pero mejor
era el populismo.
-¿Te parece?- se extrañó Isis.-
Lo que hubiéramos dado nosotros por un poco de imperialismo. Mucha pirámide,
mucha tumba, mucha Esfinge, pero nunca tuvimos mucho poder real. La gente sabía
que las otras naciones eran más poderosas y usaba eso para rebelarse. Los
faraones les gritaban “¡no vamos a pagarle más tributo a los otros!” y la gente
aplaudía, olvidaba sus diferencias, y se unía. Muy aburrido. Nos hubiera
gustado ser imperialistas, que la gente conociera nuestras historias tanto como
conocen las de ustedes.
- Pero el imperialismo era
aburrido. Era lindo lo de tener todo controlado, pero estar todo el día
cojudeando a los otros pueblos, y de yapa estar ocupados en hacernos pasar por
dioses romanos… Y encima de habernos echado de Grecia, algunos libros de
historia quieren saber más que nosotros sobre los nombres que usábamos. ¡Ay! No
sé para que hablo del pasado si siempre termino deprimiéndome.
- Todo lo que se armó fue porque
se metieron los otros a ayudar. Si nos hubieran dejado a nosotras nada de esto
hubiera pasado- observó Isis.
- Pienso lo mismo. Si queres, te
puedo llevar a conocer todos los lugares de Buenos Aires hasta que te vayas.
-¡Qué fiestita!- suspiró Isis.-
¿Cuándo vamos a dar la próxima?
- Dentro de treinta o cuarenta
años, si no pasa nada demasiado grave- dijo Palas Atenea, cerró la puerta del
salón Princesa Carmesí, y se agarró la túnica. En cuanto quiso moverse, se le
rajó toda.- Mierda.
10/4/2006 –
1/9/2006.