viernes, 31 de agosto de 2012

¡Ultima Parte del último capítulo!

Hola, gente, aquí está el último capítulo de Reunión de Dioses. Veré cual es el proximo que publique, quizás sea la segunda parte, no sé. Abrazo grande.


Capítulo VII: Se disuelve la reunión. (Ultima parte)


Cuando se creía que después de todo la fiesta no había salido tan mal, el embrujo de Circe en la ambrosía produjo un efecto desastroso.
Apenas un dios dio el primer bocado, una sucesión de luces saltó de tarro en tarro y envolvió a todos los dioses, creando una ola luminosa que dejó a todos los dioses convertidos en aparentes narcotraficantes y consumidores de villa miseria. Skadi, blanca en piel, cabello y vestiduras, se volvió morena, morocha, con un corte de pelo distinto y varios aros en la nariz y los labios. Afrodita se convirtió en prostituta (una de sus subordinadas). Circe apareció riéndose dejando bien en claro que ella era la causante. Ni lerdo ni perezoso un dios que tardó más en convertirse la tiró al suelo con la idea de arrebatarle la cura, pero lo que consiguió fue contagiarle el hechizo. Resultó la más comprometida de todos, porque su bolso quedo convertido en una bolsa de plástico lleno de sobrecitos blancos que tenían nombres escritos. Los periodistas, ninfas, y faunos se salvaron.
Eso no hubiera sido nada, pero llegó la policía, llamada por Circe, que no había calculado que también podía ir presa. Ahí comenzó el desbande general. Todas las sirenas se tiraron al agua sin dudarlo, porque esa gente tenía muy mala fama, aún entre ellas. Los héroes se salvaron del hechizo pero demostraron que ya no eran valientes, porque huyeron apenas llegó la policía. Hades tardó en convertirse, y eso le dio tiempo para sacarles la vida, convirtiéndolos en cenizas y huesos ante las miradas aterradas de las ninfas. Todos los dioses y diosas trataban de parecer respetables a pesar de su aspecto, pero los policías se reían, los esposaban, y los metían en los patrulleros. A Odín se le cumplió un deseo; tenía los dos ojos sanos, y por la sorpresa apenas opuso resistencia cuando lo esposaron violentamente. Los fantasmas de la orquesta desaparecieron, indignados por la interrupción. Sasetdo y Dartaelos todavía se reían porque creían que todo era parte de un nuevo entretenimiento, y se dejaban maltratar lo más divertidos. Hera, al conocer parte de la jerga carcelera, no perdió el tiempo y gritaba “¡es violeta! ¡es violeta!” señalando a Zeus, porque todavía lo reconocía. Violeta se les decía a los violadores en la jerga carcelaría, y adentro les esperaba un destino similar.
También hubo dioses que trataron de esconderse. El dios Proteca trató de volverse árbol con las manos hacia arriba y fue de los primeros en caer arrestados porque los policías creyeron que estaba más drogado que otra cosa. Marduk se escondió debajo de la mesa y trató de parecer una de sus patas. Se lo llevaron lo mismo. Eco no sabía donde meterse pero Nadiade la tocó y se sumergió con ella en el lago hasta que todo terminó. No tuvo que respirar ni se mojó. Un armario mágico donde los dioses habían puesto sus abrigos podría haber sido un perfecto escondite porque daba el espacio que todos hubieran necesitado, pero no, porque el hechizo de los dioses (más ilusión que otra cosa porque se disiparía en pocos días) los condicionaba como hombres.
-¡Soy el gran dios marino del Norte de Asia Ishtir!- chillaba un dios cuando era puesto contra la pared. Escila y Caribdis fueron corriendo y escondieron a Fenris, Cancerbero, y sus hijos para que no se los lleven, como si alguien se hubiera animado a hacerlo. Algunos dioses trataron de escapar al bosque mientras intentaban volver a su forma original pero los agarraron igual. Freya, Thot, Baal, Zeus, hasta las divinidades mayores fueron encarceladas. Situr no se salvó tampoco, y fue metido en el patrullero junto a Anubis y Horus, los que lo habían llevado.
-¿Pero qué pasa?- le preguntó Atenea a un policía. Ella e Isis se habían salvado por estar discutiendo adentro del salón.
-¿Qué hace usted acá?- le preguntó bruscamente el uniformado.
-¿Qué hacen ustedes acá?- preguntó Isis.- Había una fiesta. ¿Qué hacen todas estas personas?
-¿Ustedes organizaron esta reunión de faloperos?- preguntó el policía, sacando dos pares de esposas.
-¡No, señor! ¡Era una fiesta donde estaban los dioses! ¿Acaso no la vio por televisión? ¿No le parecen raros el bosque y la montaña que hay en el fondo del patio?
El policía miró y quedó inseguro respecto de lo que debía hacer.
-¡Interrumpa este operativo, por favor!- pidió Atenea.- ¡Ahora escucho las voces, Isis! ¿Qué pasó?- le preguntó a uno de los transformados. “¡Fue Circe!” le alcanzó a contestar el otro antes de que se lo llevasen.
-¿Vio? ¡Ahí tiene! Fue Circe- le dijo Isis al policía, como si a él le resultase tan común o tan creíble. El hombre sonrió maliciosamente y sentenció:
- No me basta. Igual vamos a llevarnos a todos para averiguación de antecedentes- y se dio vuelta para irse.- Es por mandonearnos toda la antigüedad- murmuró.
-¡Es ilegal!- protestó Isis.
-¡Espere, aunque sea!- le gritó Atenea al comisario.- ¡Llévense a estos también!- y les trajo de golpe a los cinco ladrones. El comisario llamó a otros policías y se los llevó a los cinco. Cecilio, enojado, alcanzó a gritar:
-¡Si nos estábamos llevando bien…!- Isis pensó lo mismo que Atenea y le respondió:
-¡Eso fue por perdernos el respeto!

A pesar de todos los intentos, ninguna de las dos diosas consiguió que liberasen a ninguno. Confiaron, sin embargo, en que el hechizo de Circe terminaría pronto y los dioses pudieran irse sin dar mayores explicaciones y con todas las disculpas del caso. A la única diosa que el hechizo no afectó (aparte de Isis y Atenea) fue a la Pachamama, porque se había ido después de su enfrentamiento con Eloik.

Bien, la fiesta había terminado, y su final sería recordado mucho tiempo, no con alegría, claro. Todos los dioses iban a pasar la noche encarcelados y los noticieros se llenarían la boca con “¡miles de arrestados en golpe maestro al narcotráfico!”, claro que después titularían al descubrirse la verdad “¡los dioses se burlaron de la sociedad, lo que hicieron es impresentable!”.
- No se preocupen, nosotros tomamos todo lo que pasó- les dijo Gisella a las organizadoras.
- Esperemos que se note bien- dijo Isis, sin muchas esperanzas.
- La montaña desapareció- observó otro reportero.
- Sí, se acabó la fiesta y este patio está volviendo a la normalidad- confirmó Atenea.- En todo tiempo todos van a estar muy amontonados, y no es que los esté echando, pero tenemos que limpiar todo.
Los periodistas hicieron unas notas más, se despidieron, y se retiraron. Oiram acompañó hasta la puerta a Gisella, preguntándole donde vivía para ir a visitarla. Ella tuvo la precaución de darle una dirección falsa, por las dudas, pero no hizo lo mismo con el celular porque le empezaba a gustar el fauno, a pesar de que su entrepierna era bastante evidente.
Quirón se fue con todos los centauros luego de que limpiaron sus armaduras y curaron sus heridas, porque aunque en la fiesta no se sabía, ellos estuvieron muy ocupados peleando contra una estampida que se había salido de control, varios delincuentes que se habían metido y los pelearon a disparo limpio, y una convención de arañas gigantes que de pronto los encontró muy apetitosos. Atenea les pagó con monedas de plata, aunque rezongando porque “yo no los contraté, reclámenle al que lo hizo.”
-¿Nos guardan rencor por los problemas que ocasionamos?- preguntó Alpao. Detrás de ella estaban sus amigos.
- No, para nada- mintió Atenea.- Nos sirve de lección para la próxima vez que colonicemos la Atlántida.
- Bueno, gracias por todo. Nos tenemos que ir porque el bosque se va a mudar al África- se despidieron, y se marcharon al trote perdiéndose entre las plantas.
Las ninfas estaban jugando con los cachorros de Cancerbero. Escila y Caribdis les habían puesto nombres bizarros; un pequines alado y horrible se llamaba Ulises Mal Rayo te Parta. Un doberman que iba de un lado a otro como una bala se llamaba Odin Viejo Tuerto Autoritario, otro se llamaba Gianna Angelopoulos en honor a la organizadora de los Juegos Olímpicos Atenas 2004, y otros nombres que se mofaban de los dioses que se habían llevado presos. Cuando las diosas les dijeron que se los tenían que llevar, Caribdis aceptó llevar el lobo Fenris y los lobos de Odín a donde vivían los nórdicos, y Escila a Cancerbero y sus cachorros a los antiguos Infiernos.
El fauno Buhemotr llegó corriendo antes de que el bosque desapareciera y anunció:
- Ya solté todos los dragones y cosas en las que los dioses llegaron.
-¿Les dijiste la palabra para que todos vuelvan a su patria?- desconfió Isis.
-¡Pero, señora!- se ofendió el fauno.- ¡Nosotros no nos olvidamos ni de las ordenes ni de las hembras!- exclamó, y se fue corriendo hacia los árboles antes de que el bosque se fuera del todo.
La última que se fue sin desaparecer fue Patricia, que les hizo un vago saludo a las dos diosas y habló con una de sus antiguas amigas hasta que su novio Ricardo la fue a buscar. Las ninfas y los faunos se perdieron entre los árboles, y el río se secó. El bosque fluctuó y se convirtió nuevamente en los alambrados y muros de las fábricas vecinas. El murmullo y las luces de los seres elementales se fueron con el bosque.

Al fin quedaron solas Atenea e Isis juntando las sillas, limpiando lo desparramado, y dejando las habitaciones del salón sin estiramientos innecesarios. Habían hablado y estaban un tanto reconciliadas, pero estaban un poco mosqueadas. A pesar de eso, fue Atenea quien dio los últimos pasos al decir:
- Realmente no estaba tan mal lo de ustedes.
-¿Qué?- preguntó Isis.
- Lo de ser populistas. Conseguían unir a la gente mucho más que nosotros.
-¿En serio lo decís?
- Sí. Nosotros éramos débiles de imaginación y por eso tuvimos que ser imperialistas. Nos fue bien, pero mejor era el populismo.
-¿Te parece?- se extrañó Isis.- Lo que hubiéramos dado nosotros por un poco de imperialismo. Mucha pirámide, mucha tumba, mucha Esfinge, pero nunca tuvimos mucho poder real. La gente sabía que las otras naciones eran más poderosas y usaba eso para rebelarse. Los faraones les gritaban “¡no vamos a pagarle más tributo a los otros!” y la gente aplaudía, olvidaba sus diferencias, y se unía. Muy aburrido. Nos hubiera gustado ser imperialistas, que la gente conociera nuestras historias tanto como conocen las de ustedes.
- Pero el imperialismo era aburrido. Era lindo lo de tener todo controlado, pero estar todo el día cojudeando a los otros pueblos, y de yapa estar ocupados en hacernos pasar por dioses romanos… Y encima de habernos echado de Grecia, algunos libros de historia quieren saber más que nosotros sobre los nombres que usábamos. ¡Ay! No sé para que hablo del pasado si siempre termino deprimiéndome.
- Todo lo que se armó fue porque se metieron los otros a ayudar. Si nos hubieran dejado a nosotras nada de esto hubiera pasado- observó Isis.
- Pienso lo mismo. Si queres, te puedo llevar a conocer todos los lugares de Buenos Aires hasta que te vayas.
-¡Qué fiestita!- suspiró Isis.- ¿Cuándo vamos a dar la próxima?
- Dentro de treinta o cuarenta años, si no pasa nada demasiado grave- dijo Palas Atenea, cerró la puerta del salón Princesa Carmesí, y se agarró la túnica. En cuanto quiso moverse, se le rajó toda.- Mierda.


                                                                                              10/4/2006 – 1/9/2006.

domingo, 26 de agosto de 2012

Capítulo VII: Se disuelve la reunión (tercera parte)


-¿Ves lo que te hubiera pasado?- preguntó Freya entrando por una puerta del costado con la verdadera Patricia, que aún miraba espantada con lo que le había pasado a su doble. En realidad no era su doble tampoco, sino el dios Thor que había atajado la flecha con su martillo. Ni el más avispado se había dado cuenta de la transformación, ni siquiera Loki, que con la sorpresa se había hecho visible.
-¡Loki quiso matar a Eco!- rugió Freya.- ¡Atrápenlo!- ordenó, pero su compatriota ya estaba en el bosque, y tras él unos cuantos perseguidores.
Thor y Freya explicaron después los motivos de su ausencia. Freya escuchó a Loki disfrazado de ninfa hablando de Eco, y comprendió que solo quería hacerle daño, por lo que le comunicó a Thor sus sospechas. Habían buscado a Eco por todos los lugares posibles, y habían tardado más de la cuenta porque Eco era humana y no podían rastrarla como ninfa, sumado al hecho de que ninguno de sus amigos les querían decir donde vivía ni cual era su nombre humano, porque creían que le querían hacer daño. Al fin la encontraron cuando estaba infiltrada entre las estatuas, inmovilizada por un hechizo de Loki para que no pidiera auxilio, y también les costó convencerla de que querían salvarle la vida. Al fin ella les había hecho caso a regañadientes, y ahora no paraba de agradecerles y pedirles disculpas. Sitaucasude y Nadiade se dieron cuenta entonces de quien les había dado la idea de infiltrar a Eco había sido Loki. Pero con eso no terminaron las sorpresas esa noche para ninguno.

La adaptación de tiempos que había provocado Circe transportó a Hasta-Nera y Si’güí a ese mismo momento. En medio de la derrota y la huida, se encontraron con el dios Llústar.
-¡Llústar!- gritaron coléricamente al verlo.
-¡Hasta-Nera! ¡Si’güí!- exclamó Loki, y huyó despavorido.
Así, él resultó ser Llüstar, el dañino dios que había provocado la decadencia de sus compatriotas y que escapó cuando se dio cuenta de que no podía remediar el desastre que había hecho. Él era de los que no sabía el Secreto.
-¡Maldito seas, Llústar!- gritó Si´güí, y se preparó para perseguirlo, pero Hasta-Nera supo que no valía la pena y la tironeó hasta las ruinas de Aislsost Nai, donde se dieron cuenta de que su hogar se había derrumbado, y de donde nunca más volvieron a salir.

En tanto, pasaban otras cosas en la fiesta. El concurso de tiro al blanco había quedado suspendido por la desorganización y los comentarios que siguieron. Gran parte opinaba que Eris y Loki eran tal para cual, porque si faltaba Eris estaba Loki, a lo que otros decían que no era tan así porque lo de Eris era la discordia y era su trabajo, en tanto que Loki era una inmundicia y lo hacía porque le gustaba. Las ninfas rodeaban a Patricia y le pedían disculpas por haberle insistido tanto para que fuera, siendo de esta forma que casi la habían matado. Odín reconocía que no tendría que llevar a Loki, pero era porque creía que se había enmendado. Skadi dejó a un lado su enojo y preguntó como había pasado todo, porque ella no estaba. Al escuchar todo, dio un golpe de escarcha y dijo que ya iba a ver cuando lo agarrase. “¡Tarambana montavikingos!”, resopló más enojada, y se fue convertida en tormenta polar. A todo esto, los Indeseables se habían recuperado del susto y estaban empezando a reírse de nuevo y estaban sacando conclusiones apresuradas sobre la fiesta, demasiado cerca de los oídos de Palas Atenea, que estaba de nuevo discutiendo con Isis.
- Creo que no vamos a parar de reírnos hasta dentro de unos años- decía la diosa Kali, al lado de Heraclion y los Ocho Inmortales.- ¡Ya sabíamos que esto no les podía salir bien! ¡Mira tu antigua dueña, Griego! ¡No sabe ni organizar una fiesta!
- Ajá… ajá- decía Heraclion, aún molesto por la humillación que había sufrido antes de que lo encontrase Atenea.
- Eso le pasa por la falta de sexo- acotó uno.- Cómo a su ex amiga Isis, que desde que se peleó con Marduk no ha visto un pepino.
Isis escuchó eso e iba a vengarse, pero Atenea la atajó. Isis le preguntó “¿ah, porque dicen eso de mí?” y Atenea le respondió “te dije que tengo una baraja bajo la manga. La voy a soltar en cuanto digan lo peor, y no falta mucho para eso”.
-¿La próxima fiesta la armamos nosotros? Vamos a hacer concursos de ambrosía como el malo de acá pero vamos a arreglar todo para ganar nosotros, y nadie nos va a poder decir nada porque vamos a ser los dueños de casa.- Atenea saltó “¡eso es!”.
-¿Te parece que eso es lo peor?- preguntó Isis.
- No, pero es justo lo que precisaba escuchar- le dijo Atenea, y se fue sin explicarle lo que hubiera sido lo peor.
- Les quería decir unas cosas- se les plantó la diosa griega a los Indeseables. La egipcia la miraba desde un escondite, intrigada.
-¿Qué es lo que quiere la gran diosa griega?- se burló Heraclion, para quedar bien con sus compañeros.
- Heraclion, no tenes nada que hacer con esos ocho descarnados de mala muerte- largó, disfrutando cada palabra. Muchos Indeseables abrieron la boca para protestar, pero vieron que los Inmortales chinos no estaban muy tranquilos.- Sí. Lo que dije. Descarnados- agregó.
-¿Por qué decís eso, griega de mierda?- ladró uno de ellos.
- Porque, que yo sepa, Heraclion es el único inmortal verdadero entre estos nueve.
-¡No!- gritaron los ocho chinos a la vez, asustados, y sus cuerpos descompuestos cayeron al suelo, quedando solo ocho figuras transparentes al lado de Heraclion, salpicado por la podredumbre.
-¿Quién es el fracasado ahora? No se molesten en sacar las armas. Están en mi salón y no me pueden decir nada. Heraclion, salí de al lado de esos cadáveres. ¡Los famosos Ocho Inmortales son simples espíritus que cambian de cuerpo cada vez que se les gasta!- exclamó a vivas voces. Algunos dioses se acercaron, interesados en la paliza que les estaba dando a los Indeseables. Los espíritus gritaban y se mostraban enojados, pero no se animaban a más porque estaban avergonzados.
- Y para ustedes también hay, no se hagan los distraídos- prosiguió la diosa, señalando a algunos.- ¿Tener diez o veinte fieles es tener toda una comunidad religiosa? Y muchos de ellos tienen más de ochenta años así que en poco tiempo… chau religión. Se nos van a tener que unir.
-¡Qué tonterías que uno escucha!- dijo un Indeseable importante, mirando alrededor para que todos se rieran de Atenea, pero en cambio encontró a no pocos haciéndose los distraídos o los sordos.- ¿Qué? ¿No van a decir que…?
- Es más- siguió Atenea, gozándola como nunca.- Chun Chin Liu Tan, hace dos meses murió tu último sacerdote, no sé si alguien te avisó. ¡Ay, no, como te van a avisar si ya nadie cree en vos, pobrecito!- Chun Chin Liu Tan estaba con los ojos desorbitados, porque creía que a esos datos solo los sabía él.
-¡Y tampoco nadie cree más en estos otros señores…!- intentó hacerse oír Atenea, pero ya no era necesario meter más púa porque en el grupo de los Indeseables se estaban armando discusiones de alto calibre sobre la cantidad de creyentes o la falsedad de los dioses. Atenea se quedó mirándolos en silencio disfrutando del espectáculo, se dio media vuelta, y se fue. Isis fue a hablar con ella, totalmente sorprendida:
-¡Atenea! ¿Desde cuándo sabes eso?
- Siempre me he mantenido informada sobre estas personas, los tengo controlados. Como verás, sirve de algo ser imperialista.
-¿Por qué no lo dijiste antes?
- Les quería dar una sorpresa a todos. No me dirás que no fui bastante original.
- Perdón por habernos reído.
-¿Crees que la podes arreglar tan fácil? Te he visto tomando nota de todo lo que hablamos los griegos para criticar después. ¡Otra que aquellos!
-¡Palas Atenea! ¡Palas Atenea!- Heraclion los alcanzó.
-¿Ves? Otro pesado. Dice mi nombre como si fuera una marca de palas. ¿Qué queres, Heraclión?
-¡Perdón, perdón, yo no sabía de eso! ¡Me dejé mandonear por espíritus sin cuerpo fijo por creerlos iguales a mí!
-¿No me digas? ¿Así que yo tenía razón? ¿Ves que yo te conozco? ¡Y ahora me dejan en paz los dos que tengo que esperar las felicitaciones por lo que hice! ¿Isis, no queres un esclavo?- preguntó entre el enojo y la alegría, y de nuevo se metió en el salón.

Había una tropilla de seres persiguiendo a Loki, pero ninguno alcanzó a ver a Hasta-Nera y Si’güí zambulléndose en el lago por última vez.
Loki iba corriendo a toda la velocidad que sus piernas le permitían llevándose por delante cualquier cosa que se le cruzase, y de esta forma le sacó bastante ventaja a sus perseguidores, pero de pronto se encontró corriendo entre ellos; debió salirse y estar de nuevo con la jauría de Artemis mordiéndole los talones. No solo estaba ella tras él, sino que un montón más de dioses se había sumado a la cacería. A la cabeza estaba Buhemotr corriendo como una liebre, y sobre todos había un remolino de nubes y nieve candente removidos por un furioso viento polar. Sí, definitivamente era Skadi cuando estaba enojada. ¡Traidora!, pensó Loki, antes eras como yo y ahora te haces la buena, ¡buena mierda! Cuando salga de esto y las cosas se arreglen un poco, vas a ver, amenazó mentalmente, confiando en que Skadi lo oyese.
-¡Somos un poder en nosotros mismos!- le pareció escuchar, y salió rebotando contra una telaraña localizada en la entrada de donde cuidaban los dragones de los dioses visitantes. Una sirena pasaba tranquilamente en el río, y eso inspiró a Loki para generar otra maldad aún en el medio de la persecución. Se desprendió de la telaraña, llevó un dragón a la costa del lago y le hundió la espada en el cuello, tratando de que toda la sangre tocara el agua. Todas las sirenas y demás seres marinos salieron arrastrándose por todas las orillas del lago presas de crueles quemaduras por ser muy sensibles a la sangre de dragón. Poseidón y su mujer vieron esto y se sumaron a la persecución, porque se dieron cuenta enseguida de quien había hecho eso.
Los elementales le hicieron las mil y una a Loki, aunque muchos de ellos pagaron con la vida semejante audacia. Las raíces salían de la tierra y se les enredaban en los pies y él quemaba los árboles sin mirar. Se desataban vendavales que querían arrastrarlo pero los esquivaba con la pericia propia de un dios. Se armaron relámpagos y rayos que salían de los árboles. Se armaron terremotos, se produjeron arenas movedizas. Todo esto era causado por la furia de los elementales burlados por él. Loki no lo sabía, es más, le pareció que lo estaban ayudando a escapar y pidió a los gritos que no lo castigaran tanto. Una voz potente dijo “¡ahí está el enemigo que hay que detener!”. Le siguió un torrente de risas y se redoblaron los fenómenos naturales. Loki comprendió que le había salido el tiro por la culata y redobló el paso. Sus perseguidores lo habían perdido de vista, pero Buhemotr, como todos los faunos, tenía la capacidad de localizar dioses.
Loki ganó más terreno al saltar un hondo precipicio, pero se las tuvo que ver con una tropilla de unicornios que lo dejaron todo lastimado. Sacó su espada y les cortó la cabeza a todos de un solo golpe y rebote, pero en la última muerte un viento huracanado lo hizo rodar en una pendiente y cayó justo en la orilla del río, a cien metros de sus perseguidores. Era el fin de la cacería.
-¡Aquí! ¡Venga aquí! ¡No lo alcanzarán!- escuchó. Vio a Rocío de Luna con los brazos extendidos hacia él.- ¡No podrán atraparlo!- La mujer estaba desnuda, recubierta por una leve membrana verde. Que importa, se dijo, y con las últimas fuerzas se puso al lado suyo. Rocío lo abrazó. “Textura escamosa”, pensó, y le dijo:
- Gracias, Rocío.
- No me llamo Rocío- dijo ella, con una voz realmente sibilante y se levantó en el aire enroscada en Loki.- ¡Soy Artgard, la lengua parlante de Jormungard!
Los perseguidores de Loki se detuvieron estupefactos antes de llegar a la orilla. Había una alargada mancha negra bajo agua que salía a la superficie y se convertía en una inmensa serpiente que se levantaba por lo menos trescientos metros. Su aspecto no había cambiado en lo más mínimo, aunque Loki vio que tenía una amplia herida no cicatrizada en el lugar donde le había dado el golpe.
- Insensato- le susurró la lengua-, ¿creíste que me pegabas con el martillo principal?
Poco pudieron hacer los que miraban sorprendidos por eso. Jormungard se tragó a Loki y luego se zambulló pesadamente, causando un pequeño maremoto que barrió las dos orillas y levantó en el aire a dioses, árboles, faunos, animales, tritones, y sirenas. Los dioses quisieron escapar de la gran ola que se les venía encima, pero dioses y todo, no lo lograron. Buhemotr se quedó extasiado mirando todo ese montón de agua tan alto y solo el oportuno manotón de un centauro lo salvó de morir ahogado.

-¡Se lo comió! ¡Se lo comió!- repetía Artemis mientras emprendían el regreso a la fiesta.
- Sí, ¿y qué?- le decía Ares, que también había ido a la cacería.
-¡Qué lo mató! ¡Lo mató! ¿No entienden?
-¡No lo mató!- exclamó Thor.- ¡Las ganas de Skadi! Ahora me explico el asunto de que lo encontré con uno de mis martillos. Me dijo que se quería matar pero ahora veo que era para dar lástima, para que yo no sospeche.
-¡Uff! Esta fiesta ha resultado más entretenida de lo que creíamos que iba a ser. Empezamos mal con el concurso de los relatos que al fin se volvió de adivinanzas. ¡Y lo de las arpías…!
- La de cosas que estarán diciendo los Indeseables.
- A esos alguien les tiene que parar el carro- consideró Hades.- No puede ser que cada vez que nos juntemos tengan que aparecer para criticar o reírse. ¿Por qué mejor no se dedican a sus fieles y se dejan de joder? ¡Eso! ¡Les voy a decir eso!
- Te van a retrucar con algo peor. ¡Ya los conoces…!
-¿Alguien conoce un camino más corto?- preguntó el dios Irinduguay a los gritos.- No pienso dar un paso más. Odio este bosque.
- Gracias. Lo hice yo- le dijo Ceres.
-¡Con más razón!- dijo Irinduguay muy serio, pero se rió.-¡Chiste, no es por vos? Por lo general odio los bosques. Lo mío es el desierto, la arena. Has fabricado este bosque tan bien que lo detesto completamente. ¡Quiero salir de acá!
- Por acá, no te angusties- le dijo la diosa, e hizo que unos árboles se moviesen. Ahí nomás estaba la fiesta, con todos los dioses contemplando una discusión que estaban teniendo… ¡los Indeseables! ¡De que nos habremos perdido!, pensó más de uno y no se equivocaba. Sin embargo, todos les prestaron atención de pronto y empezaron a reírse porque se veían como un pequeño ejército humano embarrado, fatigado, por no hablar de las diosas que iban exhaustas en el carro de Artemis, al lado de sus perros jadeantes. “¡Salí, lambedor!”, le sacudió Skadi a un perro especialmente cariñoso. Freya iba a caballo del lobo Fenris y se caía de cansancio. Los centauros vienen con el caballo cansado, bromeó Gisella, pero no se animó a hacerles ninguna nota. Poseidón y su esposa eran los cansados más románticos, porque volvían por el río navegando en una nave hecha con el caparazón de un gran argonauta. Buhemotr parecía haberse pegado un baño por lavarropas, y ahora roncaba a pata suelta sobre el hombro de Quirón, a quien no le gustaba para nada llevarlo. Todo el grupo estaba pasado por agua, parecía un bosque después de un diluvio. No se ofendieron para nada con las risas, y hasta respondieron con algunas risas cansadas. Los Indeseables también los miraron pero no se burlaron. Antes que nada, Hades los encaró y les soltó la pregunta “¿por qué no se dejan de molestar acá y se ocupan de sus fieles?” Todos los dioses presentes se empezaron a reír, y los recién llegados no entendían por que, a lo que no sabían que era justamente eso lo que los tenía mal a los Indeseables. Estos, al recibir este golpe de gracia, perdieron toda compostura y se marcharon a la carrera (uno descubriría muerto al dragón donde había venido, justo el que había matado Loki). Aniyo, sin embargo, se detuvo frente a Artemis y le dijo “ustedes saben donde pegar. Nos han quitado nuestro honor. Diganle a Apolo que lo perdono”, y se fue antes de que Artemis pudiera explicarle que Apolo no había planeado que los espiasen.

Hestia estaba muy ocupada en ese momento. Solo era la diosa del hogar, pero tuvo que ser también la de la medicina curando las quemaduras que la sangre del dragón les había provocado a los seres marinos. A la fiesta no había ido ningún dios de la medicina porque todos esos dijeron que no se prestaban para esas fantochadas. Isis estaba ayudando junto a Hera y Zeus, aunque este último lo más que hacía era estar sentado en una silla.
-¡Pero por algo les tiene que haber pasado!- le estaba dele decir Hera a una sirena.- ¿Fue así porque sí?
-¡Así porque sí, cuantas veces se lo tengo que repetir, señora! ¡Ay!- se quejó cuando le apoyó un trapo con alcohol.- Estaba ahí charlando con las chicas, y de repente el agua empezó a arder, a quemar como si se hubiera prendido fuego. ¡A gatas pudimos salir pero nos quemamos todas! Por favor, vaya a atender a una chica de por allá que tiene la cola como carbón y está aullando como una perra.
- La está atendiendo mi marido… ¡Zeus! ¡Te estoy mirando! Que sea la última vez o me pongo a atender a los sátiros para que me atiendan.
-¡Pero si la estaba curando!- se defendió Zeus, sacando la mano del escote (carbonizado) de una sirena.
- Este guacho… Precisaríamos más enfermeros, pero esos guachos cómodos de afuera no quieren trabajar.
-¡Uff! ¿Qué pasó acá?- preguntó Artemis, tambaleándose.
-¿Qué pasó con Loki?- fue la pregunta general.
- Con suerte, en dos o tres años va a aparecer en el retrete de Jormungard. No me pregunten más porque estoy muerta de cansancio por la carrera que nos hizo pegar… Encima mató a un dragón y lo hizo sangrar en el río, no se imaginan lo rojo que se puso.
-¡Ah, entonces fue eso lo que pasó!- gritó una nereida, retorciéndose.- ¡Había sentido que esa sangre era brava pero no sabía que era para tanto!
-¿Freya no conoce medicina contra dragones?- preguntó Hestia.- ¡No, mejor traigan a Idunn, que sus manzanas tienen propiedades curativas!

- Sí, me hice cristiana- les contaba Patricia (o Eco) al círculo de ninfas semidesnudas que se había formado en torno suyo.- El Otro, como ustedes le dicen, me devolvió la vida. A ninguno de esos guampudos- y señaló a los dioses- se le ocurrió devolverme la vida. En cambio el Señor –algunas ninfas saltaron- perdonó mi antigua vida licenciosa y me dio una nueva. ¿De que otra forma le podía pagar, si no era con mi alma? Porque también me dio alma, no sé si les había dicho.
-¿En serio?- preguntaron todas, admiradas.- ¿Cómo es?
- No siento nada distinto pero sé que cuando me muera no se va a terminar el asunto. ¿No es lindo?
-¿Por qué le habrás interesado?- le preguntó una ninfa.- Todos ya te daban por perdida. A nadie se le habría ocurrido revivirte, a no ser que le sirvieras para algo.
- Tuvo compasión de mí y quiso darme otra oportunidad. A ninguno se aquellos se les ocurrió algo así, ¿no les parece?
-¡Sí, sí, completamente!
- Eco, Eco, una pequeña pregunta- exigió Oiram.- ¿Cómo hago para enamorar a una mujer? Ya sos una, debes saberlo.
-¡Ay, fauno, si fuera tan fácil de responder! Para empezar, ustedes son unos degenerados que se la pasan con la libido al tope y es difícil que piensen en el amor, como no sea en el físico.
-¡Pero hay alguien que me gusta mucho!- se quejó el fauno.- El sexo no entra en esto. Bueno, quizás un poco… ¡pero la veo y siento algo por dentro que no puedo explicar!
-¡Cursi! ¡Cursi!- le gritaron otros faunos, pero Afrodita los hizo callar porque le interesaba ese caso.
-¿De una sola vez?- preguntó Patricia.- ¿Amor a primera vista? Para mí que no existe. Atracción unilateral en todo caso, pero no amor. Atracción bilateral, con mucha suerte.
- Entonces es unilateral lo mío con ella.
Gisella escuchaba con atención, bien escondida, y le parecía raro que un ser mítico hablase así de ella.
-¡Obvio! No quiero ofenderte pero a ella no le interesaría algo con alguien de otra especie. ¡Quién sabe! Ya tendrá novio.
-¡No tiene, no tiene!- exclamó Oiram, radiante.- Le pregunté y me dijo que se había peleado hace poco. ¡Está libre!
- Eso no significa que le interese formar pareja de nuevo tan rápido- rebatió la ex ninfa.- Sí quería al otro, me imagino que va a estar dolida algún tiempo.
-¡Me dio el telefóno!- argumentó el fauno dando pequeños saltos, y se cayó.
- Torpe. ¿Te lo dio ella voluntariamente?
- Se lo pedí- resopló el fauno, desde el suelo, contrariado.
- Perdón, parece que quiero tirarte todo en contra, pero en ese caso, eso no significa nada.
- Supongo- dijo el fauno.- Me dio el teléfono, pero puede haber sido nomás para hacerme una nota.
- Lo más probable- aseguró Patricia, y le hizo una pregunta.- ¿Sabes usar celular?
- Sí- respondió Oriam con una sonrisa, y añadió.- Me enseñó ella.
Gisella se rió. Esa mentira le había encantado.

-¿Por qué se enojó Skadi cuando Loki le dijo que tuviera cuidado con los centauros?- preguntó Situr.
-¡Qué no te escuche!- le chistó Freya.- Fue por la primera vez que fuimos a visitar a los centauros. Loki les dijo que ella era fría en apariencia pero muy caliente con cualquiera que se lo propusiera. Skadi tuvo que esconderse porque todos los centauros se le querían tirar encima. La mala fama le duró hasta hace un tiempo, pero Loki ha tratado a cada rato de arruinarle la imagen. No sé porque le tiene tanta idea.
-¿No será porque Skadi le dijo que era adoptado?
-¿Skadi dijo eso?
- Sí. Dijo “nórdico falsificado”. Tal cosa “falsificado” se les dice a los adoptados.
- Me parece una expresión humana y nueva, que queres que te diga.
- Puede ser- convino Situr.
Los músicos fantasmas empezaron a tocar cualquier música para indicar que había llegado la hora del banquete de ambrosía, y con ella los últimos tramos de la fiesta. Isis y Atenea se pusieron a hablar a solas en el bosque que Situr había descubierto persiguiendo a Loki.

martes, 14 de agosto de 2012

Capítulo VII: Se disuelve la reunión (segunda parte)


Los indeseables presenciaron la paliza que la Pachamama le propinó a Eloik y coincidieron en no hacerla enojar y tenerle más respeto que antes, y en que había más motivos para burlarse de su derrota y ser “esconde-dioses”, y de Atenea e Isis, porque habían presenciado la pelea.
-¡Al fin, esta fiesta de los fracasados ha sido bastante productiva! La gracia de este tipo de reuniones no es lo que hay preparado sino los errores e imprevistos.
-¡Bien dicho! Realmente, no saben hacer otra cosa que errores. No me extraña que hayan sido destronados.
- Tal vez el “otro”, como le dicen, se cansó de mantenerlos o algo por el estilo. ¿Por qué tardó tanto en expulsarlos?
- No le servirían más.
-¿Debe ser por eso? Por lo que he escuchado, no precisa de nadie para hacer su voluntad.
-¡Tonteras! Todo dios precisa ayuda, no importa que importante sea.
- Dicen que siempre ha existido, aún desde antes del comienzo del mundo.
-¡Y seguimos con eso! Si es tan poderoso, ¿por qué nunca se nos ha aparecido? ¿Por qué no nos ha destronado como a esos? La respuesta es que con esos debiluchos pudo pero con nosotros no porque somos más fuertes que él.
Quien dijo esto de pronto empezó a balbucear sin articular palabra, con ojos iluminados por el más puro asombro terrorífico. Los otros lo tocaron y notaron que estaba frío como el hielo, y empezaban a alarmarse hasta que volvió en sí con la boca temblorosa. Ante las repetidas preguntas, se dedicó a criticar fervientemente a los que no tenían fieles. Al poco rato se quebró y confesó que el Otro se le había aparecido, no enojado pero casi, y le había dicho que Él era el Fin y el Principio, el Alfa y el Omega, y que no había que hablar de Él tan a la ligera. Después se retiró para pensar un poco, y los otros siguieron hablando sin preocuparse demasiado por lo que le había pasado.

Ceres aún estaba temblando por el ataque de los dioses “atlantes”, por eso no se preocupó mucho por una pregunta de Situr.
-¿Ceres, estás bien?
- Sí.
-¿Te puedo preguntar algo sobre ese asunto de los romanos?
- Sí- se resignó la diosa.
-¿Por qué todavía te haces llamar Ceres como en Roma, si tu nombre real es Demeter?
Ceres se rió y se olvidó de su temblor.
-¡Es por estos argentinos! ¡Maldito sea el idioma español! Cuando llegué acá me hacía llamar así, pero los degenerados empezaron a burlarse.
-¿Por qué?
- Decían que yo era fácil “de-meter”. Me sentí como cuando hacen chistes verdes con nombres japoneses.
-¡Qué desgraciados! ¿Cómo entiendo ese juego de palabras si yo no entiendo español?
- Todavía sos dios, Situr. Tenes el don de entender todos los idiomas sin que te resulte extraño. Disfrutalo, que mañana o pasado volverás a ser humano… y viejo.
-¡Sos bruja!- se rió Situr.- ¿Por qué no se te ocurrió otro nombre?
- Me hice esa pregunta un montón de veces. Por haberme puesto el nombre de cuando me hacía la romana (me arrepiento sinceramente de eso) todos me trataron de rebelde, contestataria, porque todos estaban escandalizados por ese asunto y no podían entenderme. ¡Y yo a la que no entiendo es a la gente! En Grecia hicieron todo el escándalo, y en Roma, donde estaban los engañados, nadie dio mayor opinión sobre el asunto. ¡Son estúpidos!
-¿Qué pasa con Isis y Atenea? Están enojadas…
- Ni idea. Sé que pelearon pero no porque, ninguna quiso decir nada, y eso que he tratado de averiguar…
Quien estaba preocupado era Loki. Por un rato las ideas malignas se le habían ido de la cabeza y ahora estaba ocupado con la dama del lago. Algo en ella lo intrigaba, porque era de una belleza exótica y corriente a la vez, que lo intrigaba a la vez que lo repelía. Era sinuosa como una serpiente y común como una vendedora de ropa de pueblo chico. Su mente estaba desviada a lo que le haría si la encontraba fuera del agua y sin ropa.
-¿Queres un jarrón, Skadi?- preguntó Odín.
-¿Ahora me tenes en cuenta?- preguntó la diosa, malhumorada de pronto.
- Es Heimdall. Lo volví jarrón por haber desempolvado lo del ojo.
-¿Qué gracia tiene que me regales un pariente?
-¡Eh, hija! ¿Qué te pasa?
- Nada, como siempre- dijo Skadi, enojada, y se fue.
-¿Qué le pasa?- le preguntó un fauno a un dios.
- Ella ha sido siempre la inconformista de la familia. Buena chica, pero inconformista y rebelde.
-¿Eso no es malo?
- Sí, porque la mitad del tiempo no se lleva bien con nadie.
- He sentido que en realidad nadie le hace caso en nada, y eso la pone mal. Hubo un tiempo en que fue fabuladora y engañera, y se corrigió, pero a los otros le ha quedado mala imagen- dijo la diosa Fiura, tambaleándose por la resaca del vino griego.- ¿En serio habrá convertido a Heimdall en un jarrón?
- Hola, Fiura- la saludó Odín.- ¿Un jarrón?
- Me pareció más lindo lo de viajar por el mundo adquiriendo sabiduría que cambiar el ojo por ella- observó la diosa y se fue, rechazando el adorno. Odín lo pensó un poco, se rió, y tiró el jarrón al suelo. Los pedazos se pusieron en forma de armadura, y de ahí salió Heimdall, también mareado por el vino. “¡Y más vale que no cuentes que Thor tiene más de un martillo!”, le susurró, preguntándose donde estarían Thor y Freya.

La Madre-Tierra-Agua Eloik regresó derrotada a las ruinas de Aislsost Nai. Los cuatro dioses que habían quedado la esperaban impacientes, y se quedaron sorprendidos al verla regresar sola.
-¿Qué pasó, Madre-Tierra-Agua? ¿Dónde están Hasta-Nera y Si’güí?
- Ya vendrán. No pudimos recuperar a los sobrevivientes.
-¿Se quedarán con los terrestres?- se espantaron los otros.
- Sí.- La diosa tomó aliento mientras se humedecían sus últimos granos de barro.- Esta será la última vez que vamos arriba. No tenemos nada que hacer allá- resopló, y se hundió en el fango para siempre. Lo último que quedaba de la soberbia arquitectura de Aislsost Nai cedió y se desmoronó, dejando a sus dioses en la inmensa soledad del lecho marino, excepto el templo de estilo maya que estaba levantándose lentamente hacia la superficie.

La ninfa seguía su curso normal, pero Nadiade estaba que caminaba por las paredes porque se demoraba el concurso de tiro al blanco. Era la única posibilidad de que apareciese Eco (o Patricia Equiróz, para los hombres) para ver que cara ponían los dioses.
Mientras esperaban el concurso, varias personas se dedicaron a explorar el bosque. Los Indeseables se dividieron en grupos de dos para buscar posibles errores y publicarlos a viva voz, aunque el error lo cometieron ellos porque se perdieron al poco andar entre las pirámides de Isis, la mina de oro de Freya y la gran estatua de Palas Atenea, perdida en la Grecia antigua. A decir verdad, quien la había “perdido” era la propia Palas, quien había reemplazado el oro que recubría la estatua por un material idéntico pero más liviano, causando acusaciones de robo entre los hombres de esa época, y después había robado la estatua completa porque se le había antojado. Los hombres no hallaron lógica en que una diosa robase su propia estatua, por lo que se desencadenó una sangrienta búsqueda ahora olvidada por la historia.
- Espero que los periodistas no lo digan, sino, chico el juicio- pensaba Atenea al pie de su escultura.
- Tenes razón. Éramos populistas.
Atenea se sobresaltó. Quien había hablado era Isis, que estaba a su lado mirando la estatua.
- Era la única forma de mantener unido a ese pueblo haragán. Salieron adelante porque nosotros los ayudamos, les dimos líderes que regalaban cosas para asegurarse su lealtad y su obediencia.
- Al fin lo reconocen.
- A ustedes ahora les toca aceptar que eran imperialistas, engañeros, y ladrones- serruchó Isis.
-¡No somos ladrones!- dijo Atenea.
-¿No? ¿Esta estatua de donde salió? ¿Y los restos del Kraken, que estaban bien guardados en un museo? ¿Y el cajón donde estaban los restos de Osiris?
- Esos no fuimos nosotros- replicó Atenea, enojada de nuevo.- ¿Por qué no le preguntas a tus momias? Buena fama tienen. Después la gente le echa la culpa a los ladrones de tumbas.
- Vine acá a pedir disculpas, no a pelear.
-¡Menos mal!- ironizó Atenea.
-¡No te hagas la ofendida si todos los dioses se rieron de eso! Los de la India
-¡Los de la India! ¡Qué novedad! ¿Cuándo no se ríen de nosotros? Los otros puede ser que también se hayan reído pero ninguno cometió la falsedad de mandarnos cartas apoyándonos.
-¡Te dije que a las cartas las escribieron Horus y Ptha! Ellos no fueron falsos. Se preocuparon realmente a pesar de que todos los demás nos burlábamos.
- Menos mal que viniste a disculparte. Callate porque cada vez la embarras más.
- La diplomacia nunca fue mi fuerte.
- Entonces… ¿para qué viniste a visitarme? ¿Para reírte de que trabajo de incógnito en un supermercado?
- Tenía curiosidad por ver como estabas.
- Estaba bien, y mejor sin vos.
-¿Mejor sin mí? Cuando te avisé por el portero eléctrico que era yo casi no te daban las piernas para venir a recibirme. ¿Era de chupamedias?
-¡No de chupamedias!- se escandalizó Atenea.- Creía que después de un tiempo sin verte, habrías cambiado tu forma de ser, que podía valer la pena empezar de nuevo como amigas, ¡pero no! Empezaste a tratarme de estúpida, de tarada, y aunque digas que era un chiste, con lo que me dijiste hoy puedo ver que lo decías en serio.
-¿Quién empezó con las cosas hechas sin consultar? A mí se me había ocurrido un lugar especial para hacer la fiesta, pero vos saltaste con esto y no me dejaste decir mi idea.
-¿Dónde iba a ser? Ah, no me digas nada. ¡En Egipto, alrededor de la Esfinge, que ibas a hacer arreglar especialmente!
- No. Debajo de la tierra o en el fondo del océano, así no venían los hombres a molestar.
- Ah.- Atenea abrió la boca totalmente sorprendida. Era lo último que imaginaba que Isis haría. No era mala ubicación. Es más, le parecía la mejor de las ideas.- ¿Por qué no lo dijiste antes?
-¡Ay, ya estás haciéndote de nuevo la democrática! ¡Ni me dejaste hablar!- se quejó Isis, y se fue antes de que Atenea pudiera replicar algo.

El grupo de los Indeseables se reunió dificultosamente después de su paseo por el bosque, e informó a los gritos de todas las cosas mal que había encontrado, pero en realidad, todo era mentira. Todo lo contrario; por dentro muchos pensaban que jamás habían visto árboles tan grandes o unas cascadas más impresionantes. Quien no emitió opinión alguna fue Aniyo, aún dolida por el supuesto engaño de Apolo.
La nierena había tenido bastante aceptación. Los dedos de luz (hadas parecidas a niñas de cuatro o cinco años) se entretenían haciendo pelotas de ese material y las arrojaban al aire para que pegaran donde pegaran. Además le habían escondido el bolso a Circe, quien no supo lo de Escila hasta que la vio curada de su perruna brujería. Primero no la conoció (estaba desnuda haciéndose pasar por ninfa) hasta que le vio la cara y recordó cómo había sido la historia. En el pasado ella estaba enamorada de un pastor llamado Glauco, pero Escila también lo estaba, así que para eliminar competencia le había embrujado el agua donde se bañaba y le había hecho nacer los perros en la ingle. Advirtió que no era una ninfa parecida porque le robó la ropa a una diosa que se estaba bañando con las sirenas.
-¡Escila!- gritó.- ¿Qué te pasó? ¡Voy a matarte así no te zafas más de mi magia!- Escila la escuchó pero se hizo la sorda. Circe salió corriendo para golpearla con una hiedra venenosa que había sacado de su bolso (que había encontrado), pero Gisella, la primera periodista que habían dejado entrar, sabía de esta historia, y le caía pésimo lo que había hecho Circe. Para vengar a Escila, cruzó distraídamente la pierna en mitad del paso y la hizo caer con violencia, y después se hizo la preocupada. Con un brazo la ayudó a levantarse, y con el otro le indicó a Escila que se escondiera. La otra le sonrió y le hizo caso.
-¡Por qué no se fija donde pone las patas, perra inmunda!- le sacudió Circe, furiosa, y se dispuso a hechizarla, pero el camarógrafo la enfocó y Gisella empezó a hablar con tono sensacionalista “nos agraden, acá Sergio esta tomando en vivo que una señora mal vestida nos amenaza con hechizarnos, esto le hace mal a la imagen de los dioses, hay que hacer algo con esta gente…” La maga sintió pánico al sentirse observada por quien sabía cuantos miles o millones de personas y huyó a la carrera, olvidándose el bolso. La periodista se rió, y el camarógrafo también, mientras comentaba “esta gente mítica se cree cada cosa”.
- Bien hecho- la felicitó un fauno llamado Oiram.- Siempre nos tenía volando con los poderes.
- No estábamos transmitiendo.
- No importa, ella creía que sí. Perdón si te parece muy apresurado para la primera vez que nos vemos, ¿pero podrías darme tu número de celular?
-¿Mi número de celular?- se rió Gisella, insegura.- ¿Tenés celular? Yo pensé que no usaban.
- Hoy me lo vendió un dios y me enseñó a usarlo. ¿Cuál es tu número?- le preguntó con su voz inocente y lujuriosa. Un golpe le cortó el romance. Los dedos de luz le habían embocado un pelotazo de nierena.
Loki se dedicó a pasear por la orilla del lago, y se sorprendió al ver que el témpano de Freya se había derretido. No fui yo, pensó. Las sirenas (sobre todo a las que la diosa había cegado) entonaban cánticos burlones y degradantes sobre su moral que relacionaban su temperatura corporal con el derretimiento de su “casa”. Era raro que no se había aparecido para protestar o reprender a alguien, cosa que a las sirenas les había despertado la creatividad. Lógico, pensó el rubio dios. Cuando el gato no está, los ratones se aprovechan… sexualmente de la gata.
- Así que ese es un dios- dijo la voz que estaba obsesionándolo. Miró, y lejos de la orilla estaba la mujer sobre el agua, esperándolo. Loki no quiso ser menos y caminó sobre el agua hasta situarse a pocos metros de ella, que lo esperaba con esa característica de serpiente que lo intrigaba.
- Soy Rocío de luna- se presentó ella.- Me han dicho que usted es un dios peligroso.- Se hundió en el agua y apareció junto a él.- Me gustan las cosas peligrosas porque me gusta demostrar que soy peor que ellas.- Esto último excitó a Loki, que le dijo:
- Soy mucho más inteligente de lo que parezco. Nadie puede saber más que yo sobre trampas y triquiñuelas, porque yo soy el famoso Gran Simulador- exigió.
-¿En serio?- dijo la mujer.- Me cuesta creer eso.
- Arruino ciudades enteras, pero la gente me sigue creyendo que soy la respuesta a todos sus problemas.
- Pero en realidad usted es todos sus problemas- dijo la mujer, con una extraña sonrisa.
-¡Exacto!- dijo Loki, radiante.
- Pero yo soy el mayor problema de todos.
-¿En serio?
- Y usted lo ha causado.- Rocío se acercó y besó a Loki.- Usted se lo ha causado. Más tarde siga el curso del río hasta dentro del bosque. Estaré esperándolo- anunció, y se hundió rápidamente, dejándole en la boca un dulce sabor a veneno.

Después del concurso de ambrosía, Hades había dado la idea de organizar un banquete con los productos participantes, y los habían desparramado en cientos de mesas. Circe estaba furiosa por la cura de Escila y planeó vengarse. Pasó rápidamente por todas las mesas e infestó todos los envases con cierta mezcla. Después, igualó el tiempo de los dioses con el de los hombres.

Los cinco ladrones le estaban tomando el gusto al trabajo de mozos, porque tenían que llevarle los encargues a diosas desnudas en situaciones lujuriosas. Lo único en contra era que ellas los miraban con asco por no ser dioses, pero no les importaba, porque si bien sería mejor estar desnudos con ellas, peor era nada, y aunque se notaba que estaban excitados, eso a nadie le importaba, porque muchos de los dioses hombres estaban igual, aún en medio de una conversación común.
- Estos hombres son muy estúpidos. ¡Miren que van a venir a asaltarnos,  a nosotros! Ni que fuésemos tan desprovistos como ellos.
- Tenes que entenderlos. Creen que estamos tan venidos abajo que nos pueden asaltar como a cualquiera de sus vecinos.
-¿Falta mucho para el concurso de tiro al blanco? Esta fiesta está más aburrida que no sé que.
-¿Te parece? Al menos ha sido más original que las otras. ¿qué habrá pasado, que no quisieron decir nada?
-¡Ah, eso! Me intrigaron bastante las voces y las cosas que se decían. Al final yo tenía razón con que a esos del escenario no los conocía nadie… ¡y vos decías que los habías visto en otro lado!
-¡Ay, con tanta gente que conocemos podría ser perfectamente posible! Muchos dioses se parecen.
- Perdón, pero yo nunca vi a ningún dios con agallas en los ojos y vestido con ese coral que solo se encontraba en los alrededores de la Atlántida.
-¿Coral de la Atlántida? ¿Y vos como sabes tanto de cómo estaban vestidos si los viste pocas veces?
- Con esos disfraces tan berretas que tenían, hubiera tenido que ser tonto para no poder ver que tenían abajo.

Finalmente llegó el momento que muchos esperaban, entre ellos Loki y Artemis, el primero por malas razones, y la segunda porque le apasionaba el tiro con arco, aunque lamentaba que no fuera con animales vivos. Le explicaron que estaban los periodistas y que si transmitían una cacería deportiva se les podía venir encima la sociedad protectora de animales. Artemis quiso insistir pero las organizadoras fueron inflexibles. “¿Qué?”, protestó. “¿Hay que hacerse los pulcros porque hay gente humana?”. “¡Sí!”, le dijeron Isis y Atenea por separado, porque ahora no se podían ni ver.
No vale la pena contar la decoración de la sala de tiro, ni la forma o variedad de estatuas para destrozar a flechazos, porque todo terminó apenas empezó. La primera en tirar fue Fen-Kali-ben, la divinidad que Helios había llevado en el carro solar. Loki esperaba ese momento con malvada satisfacción, bien escondido, eso sí. La diosa tomó el arco, le apuntó a una estatua parecida a la de una antigua ninfa y soltó la flecha. El mármol estalló, y con él pedazos de carne y chorros de sangre. Todos vieron como Patricia Equiroz (o Eco) caía exánime con el corazón reventado por la pequeña flecha de acero, y muchos se espantaron. Hasta los Indeseables se habían quedado boquiabiertos. Por algún lado se escuchó la malvada risa de Loki.

martes, 7 de agosto de 2012

Capítulo VII: Se disuelve la reunión. (Primera Parte)


El concurso de ambrosía iba por la mitad. Supuestamente las organizadoras estaban adentro fiscalizando todo, pero ahora es estaban enfrentando a los antiguos dioses de la famosa Tierra Sumergida. Solo una diosa se había dado cuenta.
La Atlántida!- murmuró Zeus.
- Atlántida. Atlántida. ¡Cómo odio ese nombre!- escupió Hasta-Nera.- Se lo pusieron ustedes, como si hubieran hecho todo lo que había en Aislsost Nai.
- Cuando fuimos nosotros no había dioses- le dijo Atenea a Zeus en voz baja, pero Si’güí los escuchó:
-¡No éramos de mostrarnos de la forma desvergonzada que lo hacían ustedes! Lo nuestro se sustentaba con la fe que nos tenían al ver las cosas que hacíamos.
-¡Hermanos, se hubieran aparecido!- exclamó Isis.
- No somos hermanos de ustedes. No nos llamen así.
-¿Van a creerles eso?- preguntó Ares.- ¡Nosotros éramos los dioses de la Atlántida!
-¡No se han puesto a investigar demasiado!- explotó Hasta-Nera pero en silencio. Los dioses adivinaron que decían la verdad y que ahora vivían en el fondo de los mares, aislados entre las irreconocibles ruinas de Aislsost Nai, o la Atlántida.- ¡Varios de sus invitados tienen razón! Son imperialistas. Se adueñan de todo sin demasiadas preguntas. Pretenden apropiarse de todo el mundo a costa de engaños. Como ese escándalo por el que los expulsaron de Grecia. No se hagan los estúpidos. ¡Se hacían pasar por dioses romanos! Se supo en el siglo antepasado y bastó para que los expulsaran de Grecia- tronó Si’güí, y sus ojos adquirieron otra forma.- Ceres era Remeter, Ares era Marte, Atenea era Minerva… y así todos los dioses. ¡Qué escándalo se armó! Los egipcios lo descubrieron y se rieron bastante del asunto.- Las miradas se dirigieron a Isis, que se había puesto colorada.- ¿Vieron que no saben ni la mitad de los secretos que se guardan entre ustedes?
-¿Por qué no se presentaron ante nosotros apenas empezamos a “invadirlos”?- preguntó Hades.
- Y ni siquiera está acá el dios al que consagraron nuestra sagrada isla. ¡Poseidón!- llamó Hasta-Nera, y tironeó el aire.
Dentro de la pieza, todos vieron extrañados y divertidos como Poseidón se tiraba al suelo de un salto y se iba retorciendo hasta la puerta de la habitación volteando sillas y personas mientras Anfitride lo aferraba y pedía ayuda. Situr intuyó que se estaba perdiendo de algo y fue corriendo hacia fuera, vio lo que pasaba, y volteó a los “atlantes” al creerlos peligrosos. Estos se vieron al lado de Poseidón y se levantaron furiosos. Isis se dio cuenta de que los Indeseables estaban mirando pero no dijo nada. Si’güí se enfureció más y trató de atacar a Situr, pero Hasta-Nera la detuvo mientras miraba al dios/hombre con ojos fríos. Finalmente respondió:
-¿Por qué no nos presentamos ante ustedes? Pensamos que era otra travesura de Llústar, el dios más bromista y peligroso que hayamos tenido.
-¿Quienés son ustedes?- preguntó Poseidón. Atenea le explicó todo en un rápido instante.- ¿Cómo?
- Llústar siempre hacía ese tipo de cosas. Era un permanente dolor de cabeza. Hemos sabido dos cosas; él los ayudó a sacarnos.
-¿Quién es Llústar? ¿Qué idioteces están diciendo?- se preguntaron los dioses.
-¡Mira como se hacen los estúpidos! ¡Me dan asco!- le comentó Hasta-Nera a Si’güí.- ¡Qué tontos son!
-¡Siempre son así!- gritó un Indeseable, y hubo carcajadas en su grupo. Todos lo ignoraron.
- La segunda es… ¡se llevaron a nuestros hermanos!- gritó Si’güí con tono sepulcral, mostrando garras membranosas.- ¡Devuelvan a los nuestros!
- No vamos a volver- dijo una voz detrás de los dioses griegos. Todos miraron y vieron, no a la ninfa ni los faunos, sino a los dioses escapados de la catástrofe de Aislsost Nai.

La desnuda piel de ninfa y los peludos disfraces de faunos estaban en el suelo. En su lugar había cuatro personajes parecidos a los dioses sumergidos, pero en vez de las algas y líquenes que estos tenían, lucían túnicas de color azul oscuro.
-¡Medic!- gritaron Si’güí y Hasta-Nera.
- Gracias por habernos protegido todo este tiempo, pero es hora de sacarnos la careta- dijo Medic. Los ex faunos asintieron a sus espaldas.- No van a hacernos volver a un lugar que ya no existe, de donde además nos escapamos.
La expresión azorada de esos dioses lo decía todo.
- Estuvimos escuchando todas las suposiciones que hacían. Tuvieron razón en algo. No nos convertimos involuntariamente en nuestros disfraces. Fue bien a propósito.
-¿Por qué?- preguntó Hasta-Nera.- ¿Por qué? ¡Nos traicionaron, nos dejaron indefensos frente a ellos!
- Pensamos que podrían defenderse usando el poder y la crueldad que usaron para someter y tener controlados a los hombres. No pudimos escapar de otra forma porque la Madre-Tierra-Agua Eloik controlaba todo, y era como algunas naciones actuales; no dejaba entrar ni salir a nadie.
-¡Eso era por seguridad!- protestó Si’güí, enojada.- ¡Fue cuando Llústar dejó entrar a otros cuando empezaron los problemas! ¿O no? ¿O no?
-¿Sabías que Llústar está entre nosotros?- preguntó Hasta-Nera.- ¿Por qué te haces la distinta de nosotros si te has puesto nerviosa?
-¿Qué pasa acá?- salió preguntando Hera acompañada por Skadi. Ares les hizo un gesto de silencio. A pesar de las pocas frases intercambiadas la atmósfera se había puesto tan cargada que el aire podía rasparse con un cuchillo.
- Vengan con nosotros. Vamos a volver a Aislsost Nai- dijo Hasta-Nera. Sí’güí atrapó a los cuatro dioses fácilmente.-¡No!- gritó Divier, y se soltó en medio del forcejeo que se armó.- ¡No queremos ser parte de la creencia colectiva!- Los dioses de Aislsost Nai los soltaron como si quemaran.
-¡O sea que es verdad! ¡Es verdad!- exclamó Icosol.- ¡Yo quiero ser real, no como ellos! ¡Ellos saben el secreto!
-¿Qué quieren decir?- preguntó Hades.- ¿Qué es el secreto?- les preguntó a los dos dioses, que no respondieron. Se habían quedado silenciosos, fríos como el hielo, candentes por la furia.
- El secreto es…- dijo Medic, hizo una pausa para tomar aire, y miró fijamente a sus antiguos colegas.-…que fuimos creados por los hombres.- Hubo segundos de asombrado y estupefacto silencio, interrumpido de pronto por los gritos de Hasta-Nera “¡no es verdad! ¡es mentira lo que dice! ¡No le crean!”.
-¿Cómo va a ser mentira si lo escuché de propiojs labios de “Madretierragueloik” en medio de esas ceremonias sagradas donde no se podía mentir? Se los contó a ustedes dos y les tomó el Juramento de que nunca se lo iban a contar a nadie. No contaron con que yo era la diosa de la curiosidad y escuche todo al lado de ustedes sin que me vieran.
-¡Blasfema!- insultó Si’güí.- ¡Nunca me caíste bien, imbecil!
Situr podía sentir que el concurso se había interrumpido y que todos los dioses se estaban agolpando detrás de la puerta para no perder detalle.
- Pero, Alpao, quiero decir, Medic- le dijo Hades.- Mal que nos pese, nuestros padres fueron creados por el Otro. Ningún hombre puede crear un dios.
- Antes de la gran civilización de Aislsost Nai hubo otra mucho más antigua que creía en dioses inexistentes y los veneraba con total devoción. Sus integrantes hacían ritos sangrientos en los que sacrificaban personas muchas veces por año con el fin de que su energía vital quedase en los ladrillos de sus ciudades como para protegerlos de sus enemigos- narró Medic.- Cuando ese pueblo desapareció, sus ruinas quedaron llenas de energías mentales poderosas. Años después, aparecieron los fundadores de Aislsost Nai, que crearon una religión e impulsaron a su débil pueblo a creer en ella. Los súbditos eran muy sumisos y empezaron a adorar a los dioses inventados con tal fe y fuerza… que pasó lo que tenía que pasar.
-¿Qué pasó?- preguntó Zeus.
-¡Mentira!- ladró Si’güí. Nadie advirtió que estaba más grande.
- La mitología se volvió real. Las energías de las ruinas se levantaron y conformaron dioses, seres astrales que se alimentaban de la creencia en ellos. Uno de ellos fue la diosa Eloik, de la cual salimos casi todos nosotros.
-¡No digas más el Secreto!- gruñó Hasta-Nera, convertido en un monstruo fenomenal, y se lanzó tratando de devorar a Medic, pero se las tuvo que ver contra sus tres amantes. Si’güí hizo otro tanto, desempolvando la apariencia que tenía en la destrucción de sus fieles y demostró que no era tan débil como parecía. Los otros dioses querían abrir la puerta a toda costa, pero Situr y Ceres la mantenían bloqueada para su propia seguridad. En medio del forcejeo, Si’güí hizo lo que más deseaba desde el principio; se llevó una mano a la espalda y desenvainó la daga Ixun, mostrándola como signo de victoria, pero los otros dioses parecieron no entender. Entonces, trató de matar a Hermes. Feo error. Apenas la daga tocó la piel (ni siquiera eso) del dios, reventó como los fuegos artificiales. Si’güí miró la empuñadura vacía y rota. “Era una daga Ixun”, murmuró. “¡Pero no estaba afilada!”, le gritó Hasta-Nera, furiosa, y la instó a pelear sin ayuda de armas. La batalla se trasladó al patio. Los Indeseables la miraban a una distancia prudente, burlonamente pero preparados para huir, llegado el caso. En cierto momento Hasta-Nera se convirtió en una araña y se preparó para paralizar a todos con su veneno, pero un ruido como un trueno lo desconcentró. En el río se formaron grandes remolinos burbujeantes que espantaron a sirenas y sátiros marinos, y que hicieron volar por el aire a algunos. Una gran mole fangosa de forma vagamente humana se precipitó a tierra, haciendo temblar todo. Tenía el rostro ancho y achatado, rulos barrosos tapados por un sombrero también barroso y expresión no muy pacífica. Era la Madre-Tierra-Agua Eloik que venía ante el inaudible pedido de ayuda de sus hijos, armada con cinco espadas en cada mano. Dio siete grandes pasos y se detuvo ante los dioses, mientras que Hasta-Nera y Si’güí corrían a su lado.
-¡Hijos míos! ¡Vengan a mi lado, Medic, Oclin, Icosol, Divier!- clamó con voz potente.- ¡Abandonen a esa carroña y venguen a nuestra tierra!
-¡No somos tus hijos, Eloik!- dijo Icosol adelantándose.- ¡Ahora vivimos con los griegos!.- Eloik volteó la cabeza como herida por un rayo de incredulidad. Hasta-Nera le confirmó que era verdad y que había divulgado el Secreto. La diosa marina adelantó un gran pie para aplastar a los cuatro dioses, víctima de una furia sin límites. Sí’güí derribó a todos para que no los ayudasen, pero Zeus, aún derribado, lanzó un rayo contra la pierna de Eloik, partiéndosela en dos. El grito de la diosa se escuchó en gran parte de Buenos Aires y provocó algunos segundos de silencio. Presa del mayor enojo se dedicó a gritar:
-¡A nosotros nos mató la falta de fe, culpa de ustedes! ¡La van a pasar peor que nosotros, porque no tienen fieles y las personas que quedan ya no creen que ustedes son dioses! ¡Se van a ir muriendo de a poco, desgraciados!- aulló, e intentó utilizar sus dos pedazos de pierna como garrote.
-¿Qué te dije sobre salir de tu tumba, Eloik?- dijo una vocecita severamente potente. Hasta-Nera y Si’güí salieron despedidos contra su madre y la derribaron como un montón de barro marino. Los dioses se levantaron, escondieron a los faunos y la ninfa, y recién ahí advirtieron quien los había ayudado. Frente a la montaña de barro que intentaba levantarse estaba la Pachamama, aparentemente frágil pero que no se había mosqueado por lo que había hecho recién. El bastón de rama que tenía se rompió pero no se preocupó y sacó otro de su canasto.
-¿Quién habla?- preguntó Eloik, incorporándose con algo de miedo en la voz. Hasta-Nera y Si’güí no la reconocieron.
- Habla la persona que quisiste desalojar hace once mil quinientos años para refundar Aislsost Nai en su territorio- contestó la Pachamama.- ¿A que has venido? ¿No sabías que todavía estaba acá?
-¡Soy más fuerte!- gritó Eloik y descargó una maza gigantesca sobre la diosa indígena. Dejó un gran agujero en el suelo, pero al lado estaba el objetivo, mirándola como esperando algo.
- Poco ejercicio- sentenció la Pachamama, y dio punto final a la confrontación lanzando con la mano un viento zonda. Eloik se quedó dura, el rostro congelado en un rictus de odio e impotencia, y cambió de un negro oscuro a un marrón claro. Se había convertido en una estatua de arcilla. La Pachamama lanzó otro viento zonda y Eloik se disolvió en millones de granos de tierra seca que desaparecieron en el lago. La Pachamama tomó su cesto, que había dejado en el suelo antes del mazazo, y se dirigió a Si’güí y Hasta-Nera, que miraban desolados la derrota de su madre:
-¿Alguno de ustedes quiere hablar sobre esto?- Los dioses de Aislsost Nai salieron huyendo sin que nadie se molestase en seguirlos, y cuando entraron en el bosque se encontraron cara a cara con Llústar.

La Pachamama se retiró sin dar explicaciones sobre esa historia. Medic y sus compañeros prometieron hablar de lo sucedido después. Todos los dioses se metieron de nuevo en la habitación para seguir con lo de la ambrosía, menos Atenea, que se quedó afuera muy furiosa y se las arregló para que Isis fuera la última en entrar. Cuando estaba por hacerlo, la griega la agarro del brazo y la chocó contra la pared con mirada de hidra venenosa.
-¿Es cierto lo que dijo?- le gritó en la cara. Isis quiso inventar alguna excusa pero la otra la apretó más, por lo que tuvo que decir:
-¡Sí, es cierto, es cierto! ¡Nos morimos de risa con esa noticia! ¡Hacía mucho que sospechábamos que ustedes se hacían pasar por romanos pero no lo preguntábamos por delicadeza! ¡Sí, nos matamos de la risa cuando nos enteramos de que a ustedes los habían expulsado por eso! ¿Estás contenta? Ahora soltame.
Atenea le hizo caso. Las dos se quedaron respirando hondo como si se hubiesen sacado un gran peso de encima.
- Así son las cosas- dijo Isis, muy seria.- ¿Para qué seguir con la farsa? Vos no me caes bien y yo tampoco te caigo bien. Estamos a mano- dijo, e intentó entrar a la habitación, pero Atenea la puso nuevamente contra la pared:
-¡Confiábamos en ustedes, Isis! ¿Qué? ¿También tengo que entender que todas esas cartas y mensajes apoyándonos eran en broma y que se reían mientras las fabricaban?
- No. Es que…
-¡La verdad!- exigió Atenea, apretándole más el brazo.
-¡Soltame, te digo!- le gritó Isis, y se zafó.- Solo Ptha y Horus no se rieron, y fueron ellos los que mandaron las cartas de apoyo y todo eso, mintiendo para salvar nuestro honor. ¡Mala cosa! Nos obligaron a fingir para salvar el de ellos.
-¿En serio hicieron eso?- se espantó Atenea.
-¡Sí!- ladró Isis.- ¿Y qué? Ustedes les han hecho peores cosas a todos a través de los siglos. Nos han esclavizado con la ambrosía, debimos tolerar que sus historias fueran más conocidas que las nuestras, todos debimos soportar intromisiones de Hera y Zeus en todos los asuntos…
- Nadie te pidió que intervengas en la guerra de Troya- le comunicó Atenea, con los ojos brillantes por el desengaño.- Nadie te invitó, querida. Vos y los tuyos parecía que querían figurar, y lo mejor de todo es que no tenían nada que ver con eso.- Las ideas de Isis se paralizaron un momento con ese ataque, pero se destrabó con un fuerte argumento:
-¿Por qué no te había dicho que sabemos que ustedes mataron a Tutankamón?- Atenea fue la que se paralizó.- No les convenía que estuviese en el poder, por eso le pusieron una maldición que se contagió a su tumba. ¿Me equivoco?
-¡A ustedes tampoco les convenía! ¿Eras vos la que nos habías tratado de imperialistas?
-¡No, pero…!
-¡Imperialistas!- escupió Atenea.- ¡Imperialistas! ¿Y ustedes que son? ¡Populistas, y tampoco son ningunos santos! Cuando alguien los criticaba o algo así, reunían a la gente en manifestaciones y llamaban a hacer revoluciones “¡contra estas personas que no nos dejan vivir!” ¿Estoy errada, equivoqué la frase? No.
-¿Y cómo estás tan informada? Oficialmente, nunca estuvieron ahí. Se hacían los ignorantes, entonces.
- Teníamos que estar seguros. Teníamos muchos enemigos…
-¡Nosotros también, mira que viva! Seth, las peleas entre sacerdotes que hacían peligrar la religión… y no te cuento los hijos de Odín. Sin ir más lejos, lo tenes a Loki, que les ha causado más problemas que nadie, los gigantes…
-…la serpiente Jormungard, que habrá volteado barcos o arrasado costas enteras cuando estaba de mal humor…¡Nosotros teníamos más enemigos! Los…
-¡Está bien, supongamos que tenían más enemigos! ¿Eso les daba derecho a controlar a todos?
-¡Sí!- le gritó Atenea en la cara. Las dos se quedaron en silencio, con los nervios de punta por la discusión. Hacía rato que querían decirse esas cosas pero no habían encontrado la circunstancia apropiada. En algún lugar, Eris estaba muerta de risa.
- No te hagas la buena que vos también me criticas cuando no estoy.
-¡No tanto como vos a mí!
- No te hagas la espantada. ¿Todo lo que me has soltado de donde viene, sino? No es de una calentura de momento, ya que supuestamente nos llevábamos tan bien. Lo dijiste como si lo repitieras siempre, porque está muy armado para que sea espontáneo.
- Es verdad- dijo Atenea.- No sé para que armamos esta reunión- comentó, y se fue dando un portazo en el cuarto, donde ya había finalizado el concurso de ambrosía.

Cuando los otros dioses entraron al cuarto, se llevaron por delante a todos los que estaban espiando y que querían saber a toda costa que había pasado. No lo dijeron y siguieron adelante con el concurso como si nada. Cuando terminó y los dioses se dispersaron, la diosa Medic respondió las preguntas de Hermes.
- No me gustó saber lo de la creencia colectiva. Desde ahí fui de la que más hizo para mantener la fe, pues de ella vivíamos, hasta que descubrí el segundo Secreto.
-¿Qué segundo secreto?
- Para ustedes no es un secreto, pero para nosotros lo era. Un dios creado por creencia colectiva puede sobrevivir si se disfraza de algo en lo que todos crean. Al ser algo así, uno tiene seguridad, no sé si me entienden.
- Sí, perfectamente, pero… ¿cómo pudieron sobrevivir ellos sin ningún creyente?
Medic movió los hombros.
- Tal vez conservaron una reserva de la fe que hubo a último momento en Aislsost Nai, o eran más fuertes. ¿Viste la ropa que tenían los dos primeros? Algas, líquenes, corales. Y Eloik, la que vino al final, un montón de barro. Es obvio que tuvieron la bastante fuerza para encarnarse en lo primero que agarraron.
-¿Cómo hicieron para seguir vivos hasta ahora, si es así?
- Habrán olvidado el secreto, y se habrán retroalimentado de la fe que se tenían- suspiró Medic.- Ya no quiero seguir hablando. No soy más su diosa, y esos faunos que se pelean por mí tampoco son sus dioses. ¿Puedo pedir un favor… Hades?- preguntó en voz bien alta. El dios salió de su escondite tratando de que no lo viera su mujer, o peor Ceres, su suegra, y le respondiö:
- Lo que quiera, señorita.
-¿La especie de los faunos puede ser revivida? Prefiero la compañía de todos ellos a no estar acompañada por mis tres amigos.- Hades puso mala cara por un momento, miró para arriba, y sonrió.
- Sí- dijo.- El Otro ha dado el visto bueno para eso.
-¿Y el bosque? Hay tanta variedad de seres que sería una pena deshacerlo.
- Ah, no sé- se atajó Hades.- Hay que hacer merito para lograr un favor semejante. El Otro tiene distintas formas de trabajar que nosotros.
- Lástima.
-¿Qué? ¡Pero…! ¡Ah, sí, ningún problema, no tengo problema, faltaba más!- salió diciendo Hermes de pronto, muy pálido, con los ojos bien abiertos. Miró a Hades y Medic y resopló, todavía sobresaltado.- El Otro acaba de hablarme. Dijo que realizará los deseos de Medic siempre y cuando se decida por uno de sus amigos y trate mejor a los otros.
- Bueno, eh…- suspiró Medic.- Será aburrido, pero la belleza que hay en este bosque puede más. Acepto. ¿Pueden decirle que acepto?
- Ya escuchó. Puede escuchar todo lo que se dice y se hace en el mundo.
-¡Haberme enterado antes!- se sorprendió la diosa.- Bien. Es hora de ser ninfa otra vez. Me gusta esta vida. ¿Quién ganó el concurso? No presté atención, tenía la cabeza en otra cosa.
- El dios Mictlantecuhtli. ¡Je! ¿Creerán que no dos dimos cuenta de que fabricaron la ambrosía acá nomás? ¡Si ni nosotros sabíamos del concurso?